Homo Aerius
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Juan Arias Bermeo
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Laguna de Secas
Avanzaba trepando por la sombra emergente de la huecada entre dos colinas de rocas superpuestas y sostenidas desde la cima a la base por su peso y gravedad, debajo de las formas ciclópeas no había suelo vegetal uniforme sino mantos finos de tierra que eran suficientes para que se apañen plantas de páramo y se den modos para crecer en tan inhóspito hábitat donde a simple vista solo medraba el legado del flujo lávico: campos de molones sueltos descendiendo del páramo de Muertepungo cual ríos grises petrificados que recorren doce kilómetros antes de desembocar chorreantes en la quebrada de pre-páramo del Isco. Este serpenteante fenómeno volcánico creó valles verdes amurallados para el jolgorio de danzante Dionisio, y nació gracias a las fisuras escupidoras de escoria volcánica del Antisanilla, como se ha dicho promediando el siglo XVIII. La cosa empezó con un auto-engaño, me topé con estrecho senderito de montaña que trajo la ilusión de que continuaría hasta la cima de la colina que a...
Muerte Pungo
Rocinante se quedó estacionado a 3.900 msnm., en el claro al costado del portón de hierro de control que estaba cerrado al igual que la caseta de información de Laguna Muertepungo. En todo caso, lo esencial no estaba negado al bípedo senderista y, al cabo, devino en beneficio el no haber previsto que alguien tenía que subir para abrir el ingreso motorizado a la básica carretera de montaña que administran los dueños de la Asociación Muertepungueros, que son las personas que tienen en propiedad fincas que llegan hasta Laguna Muertepungo. Esta asociación se formó con el loable propósito de que crear el espacio silvestre de amortiguamiento biológico previo a la Reserva Antisana, y su fin es recuperar y preservar la flora y fauna del páramo de Muertepungo, manejando así el acceso carrozable a la zona que cuidan de la depredación humana. La vía rústica de montaña vino seca y con oleadas de fino polvo arcilloso por los embates del viento, de haber transitado en lomos de Rocinante hubiese...
Eco de una feria inolvidable
De repente, donde se hallaba apostado el pequeño local de la ansiosa editorial de la que era su dueño, representante y único escritor, en la feria Revienta Ecuador Lector, cayeron los políticos locales dando lustre tragicómico a la masiva inauguración bailable con el combo Abre Luna & Señor Presidente. Alcalde, siga nomás... ¿le gusta leer? ¡Cómo no, y mucho! Todos los títulos que están expuestos aquí son un trabajo integral de autor-editor; esta novela, “La soledad del murciélago”, cierra un ciclo novelístico complejo... ¿se atreve a leerla?... ¡Cómo no, y mucho! El paseante adorador de la técnica de probabilidades matemáticas aplicadas a hacer dinerillo ganando contratos en las empresas estatales conocidas por el mote de “bodeguitas del medio”, no se anda por las ramas y advierte que no lee nada fuera de su profesión de recolector de dólares provenientes del erario público; no obstante, manifiesta que igual se une a la queja por la falta de afición, en nuestra patria...
La muela del Cotopaxi
El volcán Cotopaxi no se percató o también podría ser que a consciencia pasó de contestar el fraternal saludo de Taita Chimborazo. Nada de aspavientos, fue una ligera venia como viene siendo inveterada costumbre intervolcánica, aunque sí le infirió discreto guiño al compañero de orogenia, esto a manera de cortesía avisándole que la medianoche está servida para un banquete de poesía primordial. Taita Chimborazo no se sorprende por su heteróclito vecino, en cierto modo todo volcán que se precie de sí tiene algún grado saludable de anarquista y no diría que son malos modos del joven Cotopaxi, es cosa corriente su adolescente distracción y humor intempestivo a veces eufórico, a veces cascarrabias y no menos veces envuelto en la serenidad de perezoso andino filósofo. “No se sabe con este muchacho vividor a tope, rayado, díscolo, a lo mejor está lidiando con la muela del juicio… ¿Qué sé yo?”, vibró para sus entrañas Taita Chimborazo, divertido y de buen talante. La noche límpida de luna...
Cumbre del destino de Reinhold Messner
Nanga Parbat, Montaña desnuda, llamada también Diamir, Rey de las montañas, fue de hecho la cumbre del destino de Reinhold Messner antes que la Montaña del Destino Alemán, como al expedicionario Karl Maria Herrligkoffer le gustaba denominarla para ensalzar el deber que él tenía de hollar su ápice por la ruta más difícil, aunque sea de manera subliminal, a través del trabajo de escaladores con convicciones nacionales y fe en las cuerdas fijas que aseguran kilómetros de un desnivel de vértigo. Karl Maria invitó a los hermanos Reinhold y Gunther Messner a unirse al ideal de vencer a la tenebrosa vertiente Rupal, superando los más de cuatro mil metros de pared vertical que separaba el vacío de la vulgaridad terrena con la inconmensurable altitud alumbrada por Odín. Tener una imagen del tamaño monstruoso de la vía por la vertiente Rupal, que en su mayor parte la abrieron los hermanos Messner camino a la cima del Nanga, sería como colocar cuatro veces, una sobre otra, la cara norte del...
Drácula
He cruzado océanos de tiempo para encontrarte... Bram Stoker, escritor irlandés, autor de Drácula —obra maestra del terror romántico, y gótico, a la que Oscar Wilde calificó como la mejor novela de habla inglesa del siglo XIX—, murió sifilítico a principios del siglo XX en un miserable cubil Londinense. Acorde con el testimonio que dejó la viuda de Bram, tumbado en su lecho de muerte, señalaba insistente a una esquina bajo la penumbra del cuarto de alquiler, musitando con fervor, “¡vampiro… vampiro!”. Es inquietante imaginar que la figura del mentado conde Drácula estuvo en la cámara mortuoria de su creador, así sea producto del delirio estertoroso de Bram. Fascino con la escena del Rey Vampiro presente en el lecho de muerte de Bram, iluminando de alegría el rostro del moribundo y trayéndole paz en medio de la miseria. No vengo a despedirme de ti, ¡oh Bram!, esto no es un adiós sino un hasta pronto porque tú a través de mí serás indeleble maestro de la creación artística. Tu obra...
Hermano Frailejón
Reinas en angelados páramos y lagunas,vigilas el sueño del volcán Chiles con tus legiones,eres turgente paisaje de remota altitud. En perenne talante de guerrero presto a cantar su fado,resistes el embate de la tempestad y sus agorerosmeciéndote al son de furioso ventarrón gris,amaneces enhiesto y cubierto de escarchaque cede al fulgor de la luz ecuatorial. Revestido de impavidez,hermano Frailejón,sufres la existencia sin amortiguadores,cargas el genoma del gladiador salvajey el de amante generoso,prevaleces ante gélido temporal,te mimetizas con el rigor primigenio. Radiante te entregas a veranillos intermitentes, tu faz de seda despide perfumes almendrados, donde van a refocilarse polinizadores atraídos por las feromonas del estro. Alados diminutos yacen en el tálamo afelpado del amor, ellos portan la semilla de los guardianes de la serranía. Desde la atalaya humeante del diezmado cóndor, te nutres abismándote con el nacimiento andino. Bajo azur mañana se yerguen los pilares del...
Paradiso
"Sólo sabemos lo que recordamos", era la conclusión délfica de aquella cultura, que andando los siglos encontraría en Proust la tristeza de los innumerables seres y cosas que mueren en nosotros cuando se extinguen nuestros recuerdos. José Lezama Lima Paradiso, es una singularidad de la literatura universal, remitida desde la isla mayor del Caribe por el francotirador que no asomó en el mentado catálogo del “boom” de la literatura latinoamericana, como no lo hicieron Borges, Sabato y otros fundamentales escritores de nuestra América. Y no es que los autores del montado “boom” fueran menos que los francotiradores, pues, no hay cartabón para confrontar el nivel y estilo de un Cortázar frente a un Lezama Lima, a manera de ejemplo. Parafraseando a S. Lem, cada quien está en su galaxia con sus luceros titilando en los inconmensurables océanos de la negritud eónica y su eufonía de cuerdas. Las galaxias están para que uno las alcance y orbite en sus sistemas solares. Y fue un hecho que...
Billar a las nueve y media
El doctor Robert Fähmel, dice de sí que es un arquitecto que no ha construido ni su casa, a cambio llegó al grado de capitán como especialista en voladuras, fue dinamitero eminente y condecorado oficial del ejército alemán, en la Segunda Conflagración Mundial. En las postrimerías del conflicto, el capitán Fähmel, fue asistente principal del general desquiciado que se ganó a pulso el apodo de Campo de tiro libre -esto porque en lo único que ocupaba su tiempo y espacio era en echar por tierra todo lo que se interponía al objetivo a derrumbar ya retirándose-. Robert Fähmel, azuzó la fijación que tenía su jefe. Se aprovechaba de la coyuntura para hacer el real trabajo de demolición que en sí, el experto en estática, era el ejecutor con precisión matemática. Tan solo a tres días antes de concluir la guerra, convenció al general Campo de tiro libre, para echar abajo desde los cimientos la Abadía de Sankt Anton, obra arquitectónica monumental y majestuosa, tal vez la más reconocida entre...
El hombre que ríe
De repente entré al Hombre que ríe, como si nada y solo a ver qué pasa en las primeras páginas… y me quedé prendado de los dos capítulos del arranque del Libro Primero, exponiendo la vida errante y semisalvaje de Ursus, filósofo y Homo, el lobo. Entre ellos dos se había instalado una comunicación y amistad interespecies de fábula, que hacía que mutuamente se ayuden a capear la cruda y dura existencia de los nómadas del Reino Unido, cursando ya la década de 1690. El lobo mítico tenía una fuerza de tiro impensada, era capaz de halar el carromato hogar, de aldea en aldea, para vender las pócimas del doctor yerbatero Ursus que aconsejaba a Homo: “Sobre todo, no degeneres en hombre”. Después vino la memorable noche de frío y tormenta polar del 29 de enero de 1690, que azotó al niño Guynplaine que fue abandonado por los comprachicos para que muera en la estepa que antecede a la rocosa y accidentada costa inglesa de Portland, no permitiéndole embarcar en la Matutina, urca de Vizcaya, del...
Sueños y discursos
Sueños y discursos de verdades descubridoras de abusos, vicios y engaños en todos los oficios y estados del mundo Francisco de Quevedo El sueño del juicio final, El alguacil endemoniado, El sueño del infierno, El mundo por dentro, El sueño de la muerte, sumaron después de algunos años de haber sido publicados el postrero Infierno emendado o Discurso de todos los diablos, que cierra la saga infernal quevediana con humor arcoíris, sátira potente y refinada, prosa candente e indeleble. Cada sueño tiene un prólogo que es dirigido al lector como arte y parte de la sátira de marras, verbigracia: “Al ilustre y deseoso lector”; “Al pío lector”; “Al endemoniado e infernal lector”; “Al lector, como Dios me lo depare, cándido o purpúreo, pío o cruel, benigno o sin sarna”; “A quien leyere”; “Delantal del libro, y sea prólogo o proemio quien quisiere”. El visitante onírico del infierno, que es el mismísimo D. Francisco de Quevedo –lo imagino calzando y vistiendo de caballero de Santiago–, es...
La casi aventura de D. Quijote
“Un árbol que ha recibido lentamente la virtud misteriosa de los siglos, junto con la recóndita substancia de la tierra, es objeto que infunde respeto y amor casi religioso. Hay quienes destruyen en un instante la obra de doscientos años por aprovecharse de la mezquina circunferencia que un árbol inutiliza con su sombra: para la codicia nada es sagrado: si el ave Fénix cayera en sus manos, se la comiera o vendiera. Cosa que no produzca, no quiere el especulador: para el alma ruin, la belleza es una quimera”. Juan Montalvo, autor de Capítulos que se le olvidaron a Cervantes – Ensayo de imitación de una obra inimitable, nos lega en el capítulo XVI pequeña joya escondida de la literatura universal, que vino a ser la casi aventura de D. Quijote. Montalvo, con su única y póstuma novela, no pretendió rivalizar ni competir con el Quijote cervantino –jamás habrá otro como él-, dejando en claro desde el subtitulo el respeto y reverencia que profesaba al irrepetible caballero manchego. El...
Literatura infantil para pensarla
Hay libros con un barniz infantil que son para bucear en ellos bastante después de haber superado la niñez, como El Principito, de Antoine de Saint Exupery. El autor del Principito, desde la dedicatoria, deja en claro que el libro va dedicado al niño que aún reside en el corazón del adulto de cualquier edad, o sea, va dirigido al joven de por vida, el que no ha perdido su capacidad de asombro, de admirar y alimentarse de lo sencillo que es en sí lo complejo. El Principito, en su asteroide B 612, amaba a la flor vanidosa que cuidaba junto a una oveja y a tres diminutos volcanes, dos en actividad y uno apagado al que también deshollinaba, por si acaso despierte de repente y no lo vaya a sorprender con una erupción plínica. El Principito abandonó temporalmente a sus compañeros planetarios por el prurito de observar qué había fuera, tal vez lo suyo era caduco y no valía la pena tanta devoción por los ralos habitantes del asteroide B 612. Así viajó en el espacio visitando otras esferas...
El Caballero de Santos Lugares
Sabato, anarquista existencialista, anarquista cristiano (otra variante de la versátil modalidad del anarquismo), resistió a la aplanadora del nihilismo consumista, no fue buzo del desperdicio a granel que en vez de ser sucedáneo del paraíso es la paila donde la acumulación genera mendicidad. Ha manifestado que lo razonable sería existir dos mil años para saciarse de salud y cantarle a la Parca más alto que en Utopía. Tenemos a lo mucho cien años para acogernos al fin voluntariamente, o sea sin resquemor a eso que denominamos “muerte” y que en realidad viene a ser la comprobación, el sello irrefutable, de haber sido humanos. Don Ernesto fue un vividor reivindicando el término como lo que es en su primera acepción y no en el sentido prosaico que se le da a tan encomiable palabra. En Utopía, el ciudadano que había malvivido y fallecía entre alaridos de angustia por dejar este mundo más miserable que nunca, era objeto de compasión y sollozos por parte de sus familiares y conocidos,...
Cinco escritores de «A Fondo»
Si hubiese tenido que conocer a genios de la ficción literaria como Onetti y Rulfo, motivado por una entrevista radial o televisiva, probablemente no habría entrado en sus obras. La gana de verlos actuar ante Joaquín Soler, me vino mucho después de haberlos leído a cabalidad en lo que me ha sido dado de ellos por los dioses de la creación, y cursando ya la segunda década de este siglo, aprovechando que dichas joyas históricas pueden ser visionadas en la pantalla de mi esclavo de silicio. El blanco y negro de A fondo, con esa inolvidable música instrumental de introducción, brinda un escenario idóneo por su higiénica austeridad, teniendo la impresión de que se ha suscitado una reunión de dos amigos para conversar y filosofar en la cabaña minimalista de Henry David Thoreau. La cálida sencillez de la instalación de A fondo concuerda con la personalidad de sus invitados, ahí hay dos sillas, una para el entrevistado y otra para Joaquín, una mesa lateral para contener la obra impresa del...
Andrei Tarkovsky
Nostalghia (película) “1 + 1 = 1”, reza en uno de los cuadros cinematográficos húmedos que brotan de la nostalgia de Tarkovsky. Las paredes rústicas y las ventanas silvestres le sirven para mostrarnos una obra de arte maestra, acabada. Son las pinturas elegidas para el orden de su universo una vez que superó el caos de la gran explosión creativa. Las imágenes ruedan ralentizadas ante los ojos del iniciado, es como si estuviera presenciado una exposición pictórica del genio que ha capturado el mito y la magia, que tiene abiertas las puertas de la percepción de corrido, no como una graciosa inspiración callejera sino como un despertar místico inherente a su conciencia de vividor. “Los sentimientos no hablados son inolvidables”, Tarkovsky Si cae un trillón de gotas de lluvia en un bache seco hace una charca y no un mundo de gotas aisladas. Si colocas una gota de agua sobre otra gota de agua en tu mano, no hacen dos gotas de agua separadas sino una más grande, afirma el...
Caminando con H. D. Thoreau
“¡Y habláis del cielo, vosotros que deshonráis la tierra!” H.D.T Walden, llama la soberbia laguna septentrional de Concord, Massachusetts, que propició el amanecer de Henry David Thoreau. Walden, en estos días de oscurantismo tecnolátrico (de medioevo digno de la ciencia ficción lemniana, donde el progreso del antropófago consiste en rendir pleitesía a sus cadenas), aún se presenta encantadora. Su ecosistema lacustre y entorno boscoso, ha resistido a la época del ser humano caído en la cosificación de su alma, luce tan fresca y dominante como el legado filosófico del yanqui anarquista, el padre de la Desobediencia civil (Gandhi la exportó al mundo un siglo después). Thoreau, se negó a pagar impuestos para la injusta guerra de su país contra México, y, sobre todo, desobedeció la orden mundial de plegar a la esclavitud positivista, afirmándose con su propia experiencia de vida proclamó que el mejor gobierno es el que no se lo siente. Lo paradojal de esta bifurcación de senderos entre...
Otros incendios de Villeneuve
Incendios, así se denomina la película que me introdujo en el mundo cinematográfico de Denis Villeneuve, una obra devastadora sobre la alienación del fanatismo religioso y de la política sectaria, generadores de máquinas biológicas diseñadas para la entropía máxima, productores de engendros vacíos de contenido auténtico para la vida. Este no-vivir viene emparentado con la obsesión del sujeto del desarrollismo por estar inmerso en informaciones útiles, cautivo de los datos que aportan a su estado de hombre bólido, quien huye de lo bello elemental para volcarse en el precipicio del nihilismo tecnolátrico. Visionando al Homo sapiens de Blade Runner 2049, visionamos también al sujeto del desarrollismo de estos días entregado al sueño de perfección de las máquinas y al no-dolor del universo virtual. Sueño que al genio creador de androides lo lleva a ir en pos del parto natural de sus amazonas tipo Y, y que de ahí surjan los ejércitos de “ángeles endemoniados” que tomen por asalto el Edén...
Sueñan los androides con ovejas eléctricas
¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?, es el título interrogativo de la novela de P. K. Dick que inspiró la película dirigida por R. Scott, Blade Runner (traduzcamos su significado como algo parecido a esto: matador de androides subversivos). Primero había visionado el rodaje que es un gigantesco engranaje de humanos y material fantástico, para conseguir una de las ralas producciones señeras del cine de ciencia ficción. Esto me motivó tiempo después a leer el libro que inspiró tan memorable película, y que tiene un título ajeno al rodaje puesto que si bien allí se visionan androides no aparece ninguna oveja eléctrica. ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?, es obra de un solo creador (escritor), a diferencia del producto de un equipo bajo la batuta de un director que carga con la fama de haber realizado Blade Runner. No así, el libro de Dick, que está entre el montón de obras de ciencia ficción que dejó su alucinada prodigalidad, basta decir que en su diario...
Antropoceno
El consumismo Homo sapiens está llegando a los picos más altos del Antropoceno, la era que a pasos de manicomio ya marcó calavera planetaria; nuestra especie apenas necesitó una minucia del tiempo geológico para imponer su entropía máxima. Hedonismo europeo, o sueño americano, ambas son baratas versiones de bienestar que se posesionaron de la Tierra, y presionan como una marmita letal donde anidan las mayores masas de bípedos depredadores exigiendo incorporarse al ideal último del síndrome de la plaga: aniquilarse a sí misma aniquilando a las demás especies. Este colofón de fuego de nuestra civilización es el triunfo del instinto de entropía máxima, triunfante viene la apuesta fundamental de su genoma: acabar con el futuro de la plaga que es para sí y, por extensión, destruir a Gaia que ya tiene etiqueta de expiración junto al Antropoceno. Al cabo de la administración Homo sapiens del globo terráqueo, de los segundos en la historia del tiempo que le tocó fungir de gerente general...