Mezcalito 2/2

¿Qué veo y oigo?, es el angelote borrachón de la mueca inolvidable que, subido en rústica tarima de orador por libre, luce gigantesco, rara avis, debe ser el efecto sutil de sus alas tricolor que se pliegan y despliegan como un acordeón al son de las emociones del músico anunciando la recitación del poema intitulado Mezcalito. Ahí va, Mezcalito, dice aclarando su voz grave. Y un eco me susurra al oído ahí va para Tichya, Mezcalito.

 

¡Perfectamente borracho!,
enhiesto en mitad de la algarabía;
su porte regio resalta como Athena
escrutando el mar de la Antigüedad.

Charros zapatean con el mariachi,
en la plaza mayor es tiempo de muertos.
El Cónsul acaricia la iluminación,
tan cerca de su par Dionisio,
tan lejos de la sobriedad de una lápida.

Con el crepúsculo, calaveras sonrientes,
se retuercen en el festín de los ávidos;
¡salud, Mezcalito!, aúllan en su rededor
admirando esa figura de héroe epónimo,
que, a su vez, desde su atalaya, admira
al nevado volcán a escalar perpetuamente.

Es su propia celebración de difuntos,
la herida de mujer cicatrizó en el pecho;
su corazón es ahora un vasallo de Eros,
ama por amar a la vida entera bullendo
en las pequeñas felicidades de su día,
ya interminable, a partir de los balazos
que le infirieron en el portal del Farolito.

¡Perfectamente borracho!,
bajo el volcán.

 

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Mezcalito 1/2

Estoy de visitante en Quauhnáhuac, respirando a tope Ínsula Cónsul Firmin, alias Mezcalito. Un paso más e inicio la vuelta en busca del aire claroscuro, luminosa tiniebla, de Mezcalito. La visita de rigor, esa que me prometí no sé cuántas veces sin echarla al trastero del olvido, la voy a cumplir apenas ingresé a media mañana a Ínsula Cónsul Firmin. La vida en borrador a plenitud es estar aquí alerta y con los sentidos afilados, de súbito he entrado en indómito bosque, me dejo llevar inmerso en selvita tropical de sabana, voy a gusto avanzando en sendero elevado de pasamanos rústicos de caña guadua y piso de latillas marrones similares a las latillas de chonta de la palmera amazónica. Me acojo al único sendero decidido a seguirlo hasta el final, no hay desvíos ni letreros ni señalización alguna, salvo el aviso en madera blanca de la mano negra apuntando a nítidas letras rojas que dicen, A PARIAN.

Evoco la pubescencia de Tichya y echó en falta las golosinas que cargaba en los bolsillos para darles a las personas disfrazadas de monstruos clásicos para que repriman su obligación rabiosa de asustar, me refiero a Casita del Terror que arribaba con la pequeña maquinaria de distracciones ambulantes y que se asentaba promediando septiembre en el pueblo natal de valle subtropical andino, entonces era todo un reto íntimo meterse en el miedo histérico que me provocaba Casita del Terror, era acto catártico sin tener conciencia de ello y que al cabo pasó a ser lo que hoy puede hacer Tichya a conciencia: sacar de paseo a sus propios engendros mentales es terapia imprescindible. Sacar de paseo a los demonios interiores es tan esencial como el cuidado personal de Tichya, podría añadir como leyenda al letrero: A PARIAN. El recuerdo feliz de Casita del Terror es un destello anunciando lluvia que hará florecer a las ceibas gordas del bosque seco de la pubescencia androide.

Ando con la máscara de Tichya que la creación me proveyó de eclosión, voy envuelto en la piel que habito y me habita hasta la desintegración de la unidad existencial  andrógina. Tengo derecho al olvido para evitar ser simple archivo del paso del tiempo e ir en pos de continuidad en los acontecimientos que alimentan la bipedación terrenal de Mente-Tichya. Este básico detalle de moverse a rostro descubierto es un detalle inmenso que me viste de exclusividad, a voluntad me excluyo del homenaje tradicional a los muertos en su día y que ya reventó por fuera de la ínsula. (more…)

Curiquingue

Carroñero de rumiantes caídos en el páramo,

dominas en los rigores de la zona nival,

nada se desperdicia en el jardín de origen,

eres el humus de esponjas floridas.

 

Fotogénico adusto,

no ensayas a posar,

en el verdor de suculenta deidad,

eres el curiquingue trotador.

 

Gélido  viento desciende implacable,

cierra la huida del conejo cimarrón,

cae el depredador de la altitud nebulosa,

garras letales se hunden en carne tierna,

eres el curiquingue devorador.

Lobezno

Brota del superpáramo luminoso lobezno,

solitario entre mechones de pajonal reverberando,

curtido en la meseta que fue hábitat del cóndor,

ave que vino a ser el fantasma del escudo nacional,

ave reducida a fábula infantil y cántico patrio.

 

Lobezno de horizonte henchido de lomas pardas,

yo divagando en el retorno de los venados al pie del coloso,

lobezno de llanura regada por deshielo galopante,

yo expuesto a la mirada vigilante de manada cornuda,

lobezno de glaciares moribundos tostándose al sol,

yo metido en nervudo mapa de piel esculpida por el tiempo,

lobezno de mediodía en la altitud de fuentes volcánicas,

yo transeúnte en el ritmo de vertiente y la siesta prometida,

lobezno habitante de la resistencia en gélido piso biológico,

yo sumergido en jardín liliputiense de almohadillas voluptuosas.

General Trotamundos 2/2

Favor, están en libertad de escucharme mientras dan vuelta a la plataforma acústica y sus aromáticos contornos floridos; yo comunicaré lo justo y necesario haciendo la aproximación obligada a sus soberbios escarabajos voladores, mis palabras llegarán a cada uno de ustedes a manera de peripatética memoria reflexión a viva voz.

Almas provenientes de la unicidad de Ciudad-domo de Las Américas, ciudadanos diseñados para la existencia plena en soledad acompañados de miles de sus congéneres contemporáneos, como decimos acá: bienvenidos y adiós. Los recibo en mi calidad de implementador, administrador y usufructuario de este proyecto  existencial irrepetible, donde cunde el entendimiento y rituales del excombatiente y ex exterminador del género pipones-bullangueros. Soy su anfitrión, General Trotamundos, el único Homo sapiens terrenus  residente en Valle Chulla Vida. La plataforma de aterrizaje viene festonada con la floración de los distintos especímenes vegetales que la circundan formando un conjunto tricolor, a saber: arrayanes de fanerógamas amarillos vienen escoltados, en el flanco izquierdo y  derecho, por arupos de estambres rosa intercalando con arupos de estambres azucenas. Digamos que esta es la bandera tricolor de Valle Chulla Vida, que es el dador de las pequeñas felicidades que brotan espontáneas como los ojos de agua dulce de Cordillera Cálida. El lomerío color mostaza que nos envuelve emula al dragón que guarda sus perlas bajo el vientre. Cordillera Cálida, esconde en el laberinto de anillos montañosos su tesoro: vallecitos de sempiterna primavera a semejanza del espacio-tiempo de Valle Chulla Vida.

Nadie de ustedes diría que acá amaneció con niebla baja e intermitente garúa. Luego, la mañana despejada y de azules intensos, contribuyó a que sus naves personalizadas  modelo actualizado “escarabajo saltarín”, resplandezcan en algarabía policromática difuminándose en la explanada color miel. La plataforma aeroespacial devino en el fondo base de un lienzo tomado por naves espaciales de fábula. De hecho, en la cotidianidad de Valle Chulla Vida, la plataforma de aterrizaje es una mancha de aglomerado de piedra volcánica que cuatro jornadas solares al año es utilizado para recibir y despedir visitas a razón de una por trimestre. Ustedes, los urbanícolas provenientes de Ciudad-domo, son los únicos usuarios de la plataforma aeroespacial con sus magníficos escarabajos saltarines en acción, pues, el resto del tiempo funge de teatro acústico intuitivo mío y de Timoleón, quien ya les dio la bienvenida y adiós exponiendo su garbo, fuerza y agilidad felina con sendos zarpazos al aire y rugidos a panza batiente.  (more…)

General Trotamundos 1/2

La aurora y el amanecer vinieron nublados y húmedos en tierras altas primaverales, había corrido garúa temprana que no derivó en aguacero en el vallecito subtropical, cálido y seco. General Trotamundos, aprecia tener sembrados de la yerba de origen por excelencia prestigiada en las urbes homeostáticas de Las Américas, y se le ocurre que la leyenda del producto final que entregará a los urbanícolas de marras debería rezar así: “Cannabis elixir, una gota basta para esparcir en tu cuerpo-mente los sabores, aromas y texturas de Valle Chulla Vida”.  Los urbanícolas escogidos para beneficiarse de ser los transportistas del banquete de sensaciones prometidos a sus distintas Ciudad-domo, están por arribar y General Trotamundos los recibirá en la plataforma aeroportuaria.

Modulando la voz acorde a las circunstancias holgadas, aprovechando el tiempo de espera de bienvenida a los visitantes en la pista acústica, General Trotamundos habla para sí peripatético y dado el momento su tono vocal será jovial al dirigirse a Timoleón, la singularidad biológico-cibernética levantada en los talleres existenciales de Mente de Las Américas. Cuando General Trotamundos tomó posición de Valle Chulla Vida, propuso a Mente de Las Américas implementar el proyecto de vida Panthera-sapiens que denominó: León de Comarre y Zaratustra. Su pedido fue aceptado sin demora por el ente continental considerando que era una creación sustentada en la versatilidad instintiva, sabiduría ancestral  e inteligencia independiente atribuida al león del cuento de Arthur C. Clark y al león de la novela filosófica de Friedrich W. Nietzsche. General Trotamundos, incluyó los respectivos textos de Nietzsche y Clark, en calidad de lectura reflexiva pertinente para la comprensión de su idea de lo que vendría a ser el único e irrepetible León de Comarre y Zaratustra. Con semejante información remitida a Mente de Las Américas, aspiraba a que el ser en sí de Panthera-sapiens sea lo que en efecto es en Valle Chulla Vida, el todoterreno pensante y libérrimo Timoleón.

Aunque en principio te llegan igualitos a la mente y los sentidos, no es así… ¿qué variedad de personajes pintorescos provenientes del reino urbanícola arribarán hoy?, amigo Timoleón. No hay duda de que resultan entretenidos nuestros visitantes “cosmopolitas”, entre comillas porque sean quienes sean y de donde provengan, habitan un mismo tipo de Ciudad-domo (mil urbes a razón de diez mil habitantes cada una dan un total de diez millones de urbanícolas  en Las Américas, con este fácil y sencillo dato el Antropoceno, la era del desprecio a la naturaleza prístina planetaria por parte de la especie humana original, quedó superada por nuestra especie que, paradoja incluida, ahora sí encarna y hace honor al nombre Homo sapiens). Te decía que las ciudades-domos son de idénticas características, practican la misma lengua y el lenguaje universal que nos es común a todas las criaturas biológicas-cibernéticas, incluidas las excepcionales como tú, Timoleón; en fin, no hay novedad ni competencia desarrollista entre ellas, pues, esto se debe a que sus  formas y fondos se actualizan al unísono, o sea al ritmo de Mente de Las Américas.  Las ciudades-domos son espejos que reflejan la misma urbe ejemplar. De esto que el lema urbanícola de Ciudad-domo no está pintado en la pared del olvido, es un hecho cotidiano inalienable: ni un habitante más, ni un habitante menos, es un acto reflejo como respirar. Ningún ciudadano abandona su domo para entrar en otro domo idéntico, y, por excepción, viajan a los valles escondidos de las delicias subtropicales, me refiero a las personas que han sido y son escogidas en el juego de beneficencia y azar, Trueque. Me ha tocado que tratándolos de uno en uno son respetables, tal como los humanos superiores de Zaratustra, antes de que en manada sibilina elijan adorar a un pollino y por imitación rebuznen o algo así. Sí, Timoleón, esto último es un imposible porque a pesar de que diez mil almas existen acompañados en Ciudad-domo, el urbanícola vive en radical soledad. Antaño, en la época de las Megalópolis-infierno, se formaban sectas de espanto… eso mismo ríete a panza rugiente, las puedes visualizar merced a la memoria atávica que cargas en la mente de tu unidad biológica-cibernética, si no tuvieses tal información a mano podrías imaginar que es una ficción mía respondiendo al trauma de excombatiente. Sí, compartimos la fracción tiempo-espacio de la Megalópolis-infierno de marras transitando en su última decadencia antes del fin, estremece por el horror y repulsión que suscita visionarla. Buena es, Timoleón, y sin necesidad de leones hambrientos se extinguieron en sus cuevas tecnolátricas. (more…)

Cocha Escondida

Caminar con rumbo fijo en los páramos de la cara sur del volcán Antisana, es tomar una senda de venados cualquiera en un terreno reconocido por la memoria visual. Cuando la luz y nitidez ambiental lo permiten surge el paisaje de horizonte de superpáramo, poesía visual del altiplano entre el Antisana y las pampas húmedas y dunas de orilla del reservorio-laguna Micacocha almacenando, para el consumo humano, agua dulce de vertiente andina oriental. Sobre la marcha, nada se repite tal como corre el líquido que alimenta la Cuenca del río Napo, allá en los albores del Amazonas.

Trasciende el espacio tiempo del sujeto de la experiencia porque está lanzado al futuro inmediato en cada paso que da con la opción de escoger entre las trochas de venados, “mira tú, allá están recolectando hiervas y flores, hagamos la vuelta por ahí en vez de ir por acá…”. Este es el carácter intempestivo de una marcha sin metas extenuantes, libre del horario rígido y kilométrico de las jornadas del senderista de media montaña a tres cuartos de montaña. Aunque es gracias a los días y noches de mutación en la altitud andina salvaje e implacable que nos es dado el goce mental y físico del presente deambular bordeando dunas y capturando imágenes de aves y mamíferos de mediodía. Es ahora cuando rumiar el pasado sacrificio en la intemperie de los Animales Andinos, se transforma en maná contemplativo. La aventura de mudarse a las pequeñas felicidades de superpáramo, tiene pagado el peaje de ingreso con antelación, esto a cuenta del montañero endemoniado que otrora encomendó a su cuerpo joven la tarea de sufrir la suerte de andinista sin amortiguadores, quitando lastre del alma percudida por sueños desarrollistas engendrando culpa y ansiedad y, la paradoja, también engendrando la angustia que de habitar en la nada da lugar a la cosecha futura de horizontes emancipadores.

En estos parajes de jardines de gencianas de flor morada asociadas al verdor de  almohadillas de altitud, se compone la melodía de arroyos de agua fósil transportando el exquisito producto del deshielo de los glaciares moribundos del volcán Antisana, es mediodía soleado y de ambiente límpido que no es poca cosa en una zona propensa a repentina y gélida cerrazón.

Este poder divagar liviano en la vida lenta de la meseta al pie del Antisana, es el fruto fresco y dulce de un senderismo sin pretensiones extenuantes. La trocha de venados elegida viene por fuera del pantano que precede al espejo de agua que, conforme lo alcanzo, va configurando la forma de Cocha Escondida, una hijuela menor de la Micacocha.

Cocha Escondida, se refleja en los ojos cuán esplendorosa puede ser cursando el mediodía, viene estratégicamente camuflada tras verdes dunas de pajonal y desde arriba la guarda la mirada petrificante de su dragón custodio, permanecerá así de mágica mientras la luz ecuatorial y el devenir atmosférico sea propicio para deglutir el  espejo de agua azulado. Ondas apenas mecidas por el viento acogen patillos volanderos, y en el pantano contiguo se exhibe la rareza alada de una pareja de ibis. “Aquí me quedo”, es el anuncio del que se mete en los cuadros y dioramas de cercanías y lejanías, teniendo como mirador el sillón inclinado hecho de matas de pajonal esponja.

Las señales de cambio de tercio atmosférico llegan ineludibles a los sentidos alertas del sujeto de la experiencia. Hay que abandonar la cocha aún bajo el influjo de postreros resplandores azules, antes de que se torne en una belleza gris. El paisaje que de repente encendió la luz de espejo acuático paradisíaco, también de repente se apagó para dar lugar al escenario duro, gélido, que en sí es propio del encanto de superpáramo. Ligera llovizna envuelta en penumbra y niebla desvanecieron los colores cremas y azabaches de las empinadas laderas y paredes rocosas de la cara sur del volcán Antisana en lontananza, cediendo a intensos verdores reverberando en la senda que sigo por lo alto de la quebrada embebido en la fuga sonora del arroyo tributario de la cuenca amazónica.

Remolineras inquietas picotean en el suelo vegetal. Voraz curiquingue se posa en el cadáver de rumiante cuadrúpedo y roe en los huesos pelados expuestos en la intemperie. El vaquero forrado de pies a cabeza de ropa impermeable que lo protege de los rigores de alta meseta andina, reúne y arrea a la manada de caballos que a galope se pierden de vista en la pampa metálica. Adiós a los venados de recios cuernos que vigilan la retirada del transeúnte al punto de partida y final de la vuelta a parajes indomables de alta serranía.

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Agosto en Rumi Wilco

Vienen festivos a la vista cuadros panorámicos de la arrugada geografía sureña, es la serranía caliente de la Provincia de Loja, es el literario sur-sur portando música de violines de La Gran Nación Pequeña. La nitidez ambiental de la Hoya del Catamayo ha dejado atrás el paisaje adusto de los gigantes andinos amigos volcánicos de Los Pichinchas, se esfumaron los picos gélidos  sobresaliendo impasibles del mar de nubes. La serranía de los solitarios y distantes filósofos de la altitud norteña ha cedido a la búsqueda del tiempo perdido proustiano que en sí, para la ocasión, viene a ser el tiempo recobrado de la niñez de menudos valles subtropicales festonados por intricados oleos montañosos de tonalidades desérticas con matices color mostaza. La aeronave desciende dando la vuelta al verdor del mono cultivo de caña de azúcar de la Hoya del Catamayo, su sombra se proyecta en escarpadas lomas esculpidas por el faique, el observador de afuera divisa una ave de rapiña fenomenal cayendo en círculos sobre su presa.

Apenas aterrizando, las puertas del aeropuerto se abren al viaje entre escondidos valles y vegas que susurran nombres comunes, como a propósito reconocidos para imaginar una niñez semisalvaje en Naranjo Dulce, El Tambo, La Era, San Agustín… Figuro una constelación de corredores verdes arrullados por arroyos de piedras cantarinas rompiendo la implacable aridez montañosa rumbo al bosque seco de Cazaderos, allá donde en el primer trimestre del año florecen los arrayanes pintando de amarillo la frontera con el Perú.

Se suceden urbes que han extraviado la inocencia bucólica de antaño, solo queda el recuerdo  pintoresco del que fuera el pueblito subtropical mágico de Malacatos, de San Pedro de Vilcabamba y en calidad de destino final, la aldea de Vilcabamba. Al cabo, contra pronóstico, la suerte fue propicia para hacer moderado senderismo cotidiano de ida y vuelta, gracias a la estadía de encanto en zona arbolada y fresca, a orillas del Río Chamba, teniendo a la mano el corredor verde que cubre Yamburara Bajo y la Reserva Ecológica Rumi Wilco.

Cuando creí que la única manera de hacer caminatas regenerativas que se precien de ser ventanas a la salud psicofisiológica, era saliendo en carro del centro de Vilcabamba, descubrí los senderos planos y sombreados a orillas del Chamba y los senderos escarpados y caniculares de Loma Rumi Wilco, trayendo consigo portales al condumio del tiempo de la niñez. Acá me aproximé a la armonía sinfónica de vertiente de agua dulce, en lo posible libre de la contaminación inherente a la entropía planetaria Homo sapiens.

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Microlophus albemarlensis

Lagartijas de lava de Isabela. Pintorescos y menudos reptiles terrestres de hábitos diurnos, se los avista sobre la marcha en el humedal, en el bosque seco tropical, en las calas, en las playitas y esteros de orilla rocosa. El hábitat de lagartijas y lagartos viene con paisajes y miradores que evocan la teoría de la evolución darwiniana, en la zona de la reserva biológica de Puerto Villamil.  Microlophus albemarlensis, es la especie endémica de Isabela (4.800 km²), la isla de mayor superficie del Archipiélago de Galápagos, con apenas ochocientos mil años de edad geológica planetaria. Las Islas  Galápagos empezaron a emerger hace aproximadamente cuatro millones de años, a mil kilómetros de distancia del Ecuador continental, fruto de la destrucción creativa provocada por poderosas erupciones de volcanes submarinos.

La comunidad científica afirma que la migración de reptiles denominada Radiación occidental, hizo que las lagartijas de lava de Isabela provengan de sus ancestros de Isla Española, esto enmarcado en el proceso de colonización de la especie que actualmente responde al nombre Microlophus delanonis. La lagartija de lava de Isla Española se expandió a otras islas volcánicas donde, al cabo de milenios de evolución acorde a los distintos hábitats de las tierras colonizadas, con una duración de ciento setenta mil años a tres millones y medio de años, se transformaron en especies endémicas, a saber: Microlophus grayii (Isla Floreana); Microlophus duncanensis (Isla Pinzón); Microlophus jacobi (Isla Santiago); Microlophus indefatigabilis (Isla Santa Cruz); Microlophus barringtonensis (Isla Santa Fe); Microlophus albemarlensis (Isla Isabela). (more…)

En ninguna parte

¿A dónde vas, paisano? A ninguna parte, chiquillo… ¿Y te queda muy lejos ninguna parte? No sé, puede estar a kilómetros de distancia, allá por el lomerío Pegujal o mejor todavía se esconde a la vuelta, saliendo del sendero de floripondios y apenas penetrando en la selvita de faiques tras el recodo. Qué sé yo dónde y cuándo estamos inmersos en ninguna parte, es intempestivo. Un concejo o advertencia también: si algún día haces de ninguna parte una suerte de ejercicio filosófico, asegúrate de quedar “atrapado con salida” porque de súbito el nirvana podría convertirse en purgatorio, recuerda que el camino a caer en infiernillos insondables de entrada es divino, ancho y entretenido.

La última vez que bajamos por el trillo de guardaparque, hace como dieciocho meses, rumbo a  Playa Rey Iguana, el senderito era poco visible, aunque se notaba que había mínimo mantenimiento gracias a los pocos que accedían a estos parajes al filo de ninguna parte.  Ahora lo encontramos apenas visible y está claro se ha esfumado el puñado de privilegiados visitantes de Playa Rey Iguana, solo la ayuda de las piedras cenizas de reconocimiento del guardaparque, apostadas en la horqueta formada por ramas de árboles bajos de bosque seco tropical, confirman a la modalidad visual y de tacto, ojos y pies, no nos hemos desviado a la espesura mimética del territorio propio para extraviarse.

Topamos con la señal grande e inconfundible, el oblongo tanque de hierro oxidado. Debió servir para acumular agua para la ducha caliente de seres privilegiados o algo así, y viene abandonado desde los años cincuenta tras la época de Colina Radar y de la época de la colonia penitenciaria que heredó a la posteridad turística el infame Muro de las lágrimas.  Lo único concreto este momento es la cosa carcomida por el óxido que es la cosa marcando la seguridad de estar en la senda prometida. Hasta aquí vamos muy bien, en el trayecto saludamos a dos tortugas gigantes adultas de Sierra Negra (macho y hembra) y a un espécimen joven que identificamos como una proyección del pasado, en este espacio-tiempo es la nueva “doncella cinturita de avispa”.

Pájara memoria, somos presa de la ilusión, y el desvío a ninguna parte nos tienta como si antes no nos hubiese tentado. Es el mismo cabo suelto reconocido como tal en circunstancias pasadas, pero vuelve a la carga valiéndose del olvido y no sugiere sino que manda a hacer lo que quedó trunco hace año y medio, y que en vez de una travesía en lo ignoto resultó el corto y diletante paseo de ida y vuelta, retornando sin apuro al tanque oxidado. (more…)

Microlophus bivittatus

Estoy caminando en la línea rocosa, fábrica de dioramas remotos de la lagartija de lava de Isla San Cristóbal. Oh, soledades salvajes enriqueciendo el tiempo y espacio liliputiense de Microlophus bivittatus. Me encuentro de sopetón con la especie que anhelo capturar en imágenes perdurables, ora en distintos suelos y posaderos de orilla, ora en los especímenes que ubico a distancia merced a la vista entrenada para detectar reptiles en alerta retrepados en piedras vigías, y aquí es cuando imagino a los lagartos terribles del jurásico tomando baños de sol mientras sufren larga digestión.  (more…)

Laguna de Secas

Avanzaba trepando por la sombra emergente de la huecada entre dos colinas de rocas superpuestas y sostenidas desde la cima a la base por su peso y gravedad, debajo de las formas ciclópeas no había suelo vegetal uniforme sino mantos finos de tierra que eran suficientes para que se apañen plantas de páramo y se den modos para crecer en tan inhóspito hábitat donde a simple vista solo medraba el legado del flujo lávico: campos de molones sueltos descendiendo del páramo de Muertepungo cual ríos grises petrificados que recorren doce kilómetros antes de desembocar chorreantes en la quebrada de pre-páramo del Isco. Este serpenteante fenómeno volcánico creó valles verdes amurallados para el jolgorio de danzante Dionisio, y nació gracias a las fisuras escupidoras de escoria volcánica del Antisanilla, como se ha dicho promediando el siglo XVIII.

La cosa empezó con un auto-engaño, me topé con estrecho senderito de montaña que trajo la ilusión de que continuaría hasta la cima de la colina que a su vez me obsequiaría el paisaje de Laguna Secas por todo lo alto, cual banquete visual de mantel largo y por ende magistral degustación de cuadros silvestres de otra época o al menos paisajes semisalvajes con pinceladas artificiales de actualidad humana. Aspiraba que se suscite distendida travesía desde Laguna Tipopugro hasta dar con el mirador natural que cubra cualquier forma de Laguna Secas, me decía que estaría contento si viese una de sus extremidades inferiores de náyade andina o si se quiere uno de sus cuernos de caracol creado por el fuego volcánico. No fue así de alegre la travesía, el senderito concluía en un remanente de bosque primario, la pintoresca arbolada se aferraba a piso abrupto, era una colorida excepción rodeada de estratos de escoria volcánica sujetos precariamente entre sí y que se levantaban empinándose a oriente, en perspectiva a la altura de los farallones del Isco. El bosquecillo atrapado entre grises cúmulos de piedra, caía al remanso escondido que en la hondonada contenía un charco divino a la vista desde arriba y, según la luz y la posición del espectador, el reflejo era ya azul marino, ya verde, ya turquesa o plomizo. Colegí que este cantarino pozo escondido, se alimentaba de agua lluvia y del líquido que se filtra de las corrientes subterráneas del superpáramo del volcán Antisana. Fue un hallazgo por que no tenía idea de que existía semejante oasis, pues en sí es el abrevadero de agua dulce de montaña para las ralas reses que deambulan en la arboleda como si su misión fuese destrozarla con sus pesuñas fuertes y excavadoras que abren surcos a discreción dentro de ella. (more…)

Muerte Pungo

Rocinante se quedó estacionado a 3.900 msnm., en el claro al costado del portón de hierro de control que estaba cerrado al igual que la caseta de información de Laguna Muertepungo. En todo caso, lo esencial  no estaba negado al bípedo senderista y, al cabo, devino en beneficio el no haber previsto que alguien tenía que subir para abrir el ingreso motorizado  a la básica carretera de montaña que administran los dueños de la Asociación Muertepungueros, que son las personas que tienen en propiedad fincas que llegan hasta Laguna Muertepungo. Esta asociación se formó con el loable propósito de que crear el espacio silvestre de amortiguamiento biológico previo a la Reserva Antisana, y su fin es recuperar y preservar la flora y fauna del páramo de Muertepungo, manejando así el acceso carrozable a la zona que cuidan de la depredación humana. La vía rústica de montaña vino seca y con oleadas de fino polvo arcilloso por los embates del viento, de haber transitado en lomos de Rocinante hubiese levantado desagradable nube polvorienta tras de sí y de haber habido caminantes o ciclistas habrían maldecido su paso, al igual que yo hubiese renegado de tener que lidiar con el polvo de autos que vayan por delante del mío. A la verdad no hubo otro carro subiendo a la laguna en todo el recorrido motorizado desde la iglesia de Santa Rosa. Fue cosa de agradecer la ausencia de tránsito vehicular e imaginé cómo sería el camino muertepunguero en trance lluvioso, con tiempo frío y mojado habría sido barrizal envuelto en la nada mimética en que se transforma el páramo, y se podría decir que encapotarse es su estado natural, la fortuna me acompañó al acertar en el pronóstico meteorológico de que iba a tener un día luminoso y generoso en reflejos que fabrican colores para solaz del viajero. Es de provecho moverse al amparo de cielos despejados que juegan con nubes volanderas que matizan haciendo figuras, así se aprecia más los distintos azules y celestes que vienen como el fondo y la luz mudable de cuadros de montaña estáticos. (more…)

Eco de una feria inolvidable

De repente, donde se hallaba apostado el pequeño local de la ansiosa editorial de la que era su dueño, representante y único escritor, en la feria Revienta Ecuador Lector, cayeron los políticos locales dando lustre tragicómico a la masiva inauguración bailable con el combo Abre Luna & Señor Presidente. Alcalde, siga nomás… ¿le gusta leer? ¡Cómo no, y mucho! Todos los títulos que están expuestos aquí son un trabajo integral de autor-editor; esta novela, “La soledad del murciélago”, cierra un ciclo novelístico complejo… ¿se atreve a leerla?… ¡Cómo no, y mucho!

El paseante adorador de la técnica de probabilidades matemáticas aplicadas a hacer dinerillo ganando contratos en las empresas estatales conocidas por el mote de “bodeguitas del medio”, no se anda por las ramas y advierte que no lee nada fuera de su profesión de recolector de dólares provenientes del erario público; no obstante, manifiesta que igual se une a la queja por la falta de afición, en nuestra patria multidiversa, a la lectura que suscita pensamientos venerables. ¿Qué técnica usa usted para atrapar a los asistentes de la feria? La de la araña saltarina, estos libros pican al curioso que se acerca a este rincón brujo, pero abrumadora mayoría es inmune a la sed de leerse a sí misma a través de ficciones que invitan a la vida activa, hablo de ingentes masas de no-lectores. Ya regreso para seguir conversando, en todo caso, le deseo que tenga éxito en su lucha contracorriente, seguro que de esto usted no ha de comer. Se fue murmurando el sujeto del rendimiento que desconoce el significado que los pensadores y filósofos de la Antigüedad socrática y presocrática le daban a la palabra “éxito”, convertida en palabra insulsa y corriente de la modernidad pujante. Éxito es tener consciencia de contemplar y cuando de la angustia (o de estar en la nada) se construye un mundo autosuficiente, es vivir.  (more…)

La edad del lobo estepario (poemario)

ÁRBOL SIAMÉS

 

¿Quién te pilló proyectando en la inmortalidad?

 

Árbol siamés que estiras doble sombra a occidente,

troncos dibujando el despertar fresco del montañés,

languidez de cuerpos vegetales bifurcándose,

encendiendo betas en el pasamano cobrizo.

 

La nitidez del reflejo de tu goce solar,

la frescura de tu arco melodioso,

el ser bifronte de silencios nudosos,

es el perfume matinal de cariátides.

 

Levantas vapor arbóreo,

liberas humedades nocturnas;

absorbes vitaminas del astro,

nutres a tu rio viviente.

 

Conforme el esplendor de tu magnitud se encoja,

alejándose del cenit de tu hermosura,

será devolverte a la pálida tierra como si nunca

hubieses esculpido el tiempo al son de una hamaca. (more…)

Árboles que se fueron

A la sombra del chereco

es otoño ecuatorial;

canta el duende,

drupas caen;

vegetal yerto,

la tierra come.

 

Sol de aguacero reverbera

en la lejanía del meridiano

gótico,

de trémulo sauce.

 

Vientos embisten la selvita

de sábila y geranios;

humedades nutren el campo

arrebujado, que guarda

restos lobunos renaciendo

en la piel rugosa de eucalipto decorativo.

 

Donde acaba uniforme verde

el veranillo se ha esfumado,

la hora se cubre de pardos;

bajo el ramaje de la copa,

haciendo esquina fulgente,

es la estación de las hojas

de árboles que se fueron.

 

Vibraciones Conolophus

Baltra, la isla de los adioses. Aquí, el mote, ha desplazado al nombre oficial de Isla Seymour Sur. No se sabe a ciencia cierta de dónde proviene la palabra Baltra, no aparece en el diccionario actualizado de la RAE, y poco o nada aporta el significado acorde con el Diccionario histórico de la lengua española 1933 – 1936, a saber:  [BALTRA, f. Sal. Vientre, panza. «Algo les hace escupir \ un bejuquillo de la ampa. \ pero aun les queda repleto \ el estómago y la baltra,» Villarroel, Obr., ed. 1794, t. 11, p. 97 ].

En todo caso, Baltra, tiene mucho más que enseñar que el pintoresco aeropuerto  de ingreso al  archipiélago encantado. El condumio acá son las vibraciones de los especímenes de Conolophus subcristatus (Iguana Terrestre de Las Galápagos). Cuando el turista arriba no se entretiene en las instalaciones del aeropuerto ni en los alrededores que asoman desérticos, sino que va apurado pensando en su destino final. La isla de los adioses, de suelo de arcilla rojiza que alberga rala vegetación leñosa, palos verdes espinados, cactus candelabro y opuntias, tiene lo justo para dar sombra y alimento a los lagartos que también se benefician de las madrigueras que han dejado las ruinas a la vista de la base aérea estadounidense abandonada hace décadas.

Yo, el ser mudable, tomo el primer contacto fugaz con la isla de los adioses como una bocanada de aire fresco y de beneplácito y de alivio, pues, es el preámbulo necesario para montar el itinerario propio de los días que vendrán para andar y ver en Galápagos. De entrada, considero mero trámite el trayecto de cinco kilómetros que el bus “Panza” recorre a razón de un dólar por kilómetro/pasajero hasta Canal Itabaca que, por sus dotes paisajísticas, es el aperitivo del tiempo espacio futuro. Cruzando la cordillera de Santa Cruz quedará atrás el aeropuerto que volveré a pisar de otra forma y con distinto fondo, no únicamente para servirme del vuelo de regreso al continente.   

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En busca del Lobo Fino

Aristocrática iguana del orden jerárquico Venustissimus, de majestuosa cabeza cornuda, ojos claros y dorso espinado realzando verdes, blancos, rojos y negros, de piel áspera y sangre fría en pos de vitaminas solares, hacía guardia en el Portal de Las Botellas. Detuve la marcha a la distancia de rigor que no perturbe su tarea sagrada, y sin más dirigí mis vibraciones matinales al sereno reptil. “Su merced, descendiente directo de las deidades de las estrellas oceánicas del multiverso, criatura endémica de la isla que me acoge en calidad de caminante total, ser de la sonrisa hierática por naturaleza divina, ¿me permite pasar… voy en busca del Lobo Fino?”.

Aquí estoy haciendo la primera parada desde que me eché a caminar al alba y con el buen augurio de la tórtola del anillo azul envolviendo sus párpados, la que señaló el sendero de una jornada de contacto con la isla profunda, salvaje. Aquí estoy estirando mi sombra en la plancha de roca tibia acaramelada, recibiendo a gusto sendos rayos solares de la mañana temprana de piélago manso, presagiando una jornada de bajamar indeleble en la orilla rocosa de Isla Floreana. Respiro la brisa suave trayendo aromas del bosque de Palo Santo por atravesar, aspiro a una mañana de calorcillo contenido en los barrancos del Lobo Fino, aspiro a un día de oleaje eléctrico y piscinas cristalinas matizando con cielo celeste, nubes volanderas, garua inocente y brisa traviesa.

El magnífico espécimen de iguana Venustissimus, erguido en sus cuartos delanteros de pectorales festonados con pinceladas turquesas, vibró y un rotundo “adelante” se tradujo en mi mente. Las ventanas oculares del guardián apenas eran un trazo gris acuoso, y sin embargo remitían alerta cuando atravesé el portal que se animó al otro lado con la iguana idéntica que abrió sus ojos de esmeralda resplandeciente, ojos grandes y rasgados, era el reflejo intenso del mar de Portal de Las Botellas.

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Guayabillos & Occidente

No tener la certeza del rumbo fijo, no saber a dónde te va a llevar la marcha higiénica del día, es caminar con el ánimo de orientarse en el entorno seminatural o semisalvaje que se atraviesa en la mañana fresca de abril, es vivir el instante en el andar y ver, es una suerte de aventura fructífera para el sujeto de la experiencia. Incorporar a la memoria mágica una travesía impensada, es una realidad tangible en la zona agrícola de Isla Santa Cruz. No es un paseo cualquiera en el medio rural de la isla, se trata también de una inmersión en tierras de amortiguamiento ecológico, esto por estar delimitadas por el Parque Nacional Galápagos (PNG), organismo regional que por ley (jurídica, moral y ética) está llamado a proteger fauna y flora originales de la isla entera. El PNG, en concreto posee y administra más del noventa por ciento del territorio isleño, Santa Cruz es parte del patrimonio biológico y reserva natural terrestre y marítima del Archipiélago de Galápagos.

De hecho –y de repente–, la maravilla paisajística de la ruralidad isleña, consiste en toparse con individuos de las dos especies endémicas de tortugas gigantes que transitan por las vías secundarias públicas y, tras los cercos vegetales y de alambre de puas, igual se avista a los especímenes que se hallan dentro de las fincas agrícolas y de pequeñas propiedades rurales. La fortuna de tener encuentros cercanos con sendos galápagos yendo y viniendo a su aire, es porque ellos instintivamente transitan por los distintos pisos biológicos de sus migraciones ancestrales, dependiendo de las estaciones de apareamiento y anidación suben a tierras altas o bajan al llano. Da gusto ver galápagos dándose banquetes herbívoros gracias a las lluvias de abril.

Si se circula por los caminos secundarios rurales del medio oeste de la isla, hablamos de contemplar a la especie Chelonoidis niger porteri. Una mañana fue para entrar por barrio Guayabillos y salir a la ruta viva por barrio Occidente. La segunda buena mañana vino al revés, ingresé por Occidente y caí en un alegre chaquiñán que acabó desembocando en el parque industrial a tiro de la ciclovía, y la sorpresa fue que salí a medio camino de Bellavista a Puerto Ayora. Sí, lugares comunes –nombres comunes–, pero mezclados con la singularidad de la evolución de las especies galapagueñas. (more…)

Cerro Mesa & Garrapatero

La mañana fresca y sombreada de abril ayudó para hacer una caminata suave ascendiendo desde el barrio El Cascajo, cruzando la zona de fincas agrícolas-ganaderas de El Camote, rumbo a  las tierras de amortiguamiento ecológico de Cerro Mesa que colinda con los prados y bosques de Colina Pikaia. Antes, en 2019 y 2020, subí a esta zona asequible del centro-este de Isla Santa Cruz, con la intención de andar y ver en el hábitat de la especie Chelonoidis niger donfaustoi (la denominación de esta especie hace honor al guardaparque Fausto Llerena). Hasta 2015, los especímenes de la tortuga gigante de El Fatal, eran considerados como una población minoritaria de la especie Chelonoidis niger porteri, Tortuga de El Chato o Tortuga del Oeste de Isla Santa Cruz (aproximadamente 4000 individuos). Recién en 2018 me enteré que las tortugas de El Fatal, correspondían a una especie distinta a la del oeste de la isla y que se habían tomado las precauciones debidas para su protección y regeneración en su nicho ancestral, pues, en paralelo al censo poblacional se les colocó sensores electrónicos para detectar los movimientos de alrededor de 500 especímenes. (more…)