Mañana plomiza,
tibia garúa,
gardenias vestidas de rosa.
 
Camino de campo rojizo,
vegetación sudorosa,
pinzones en charcos de agua lluvia.
 
Tortugas gigantes en perspectiva,
reses pastando,
guayabas perfumando la tierra.
 
Mugir de machos alfa,
piar del sotobosque,
pared de invasiva zarzamora.
 
Garza morena alerta,
atrapa una anguila en las rocas negras,
arena blanca es lamida por la ola.
 
Forcejeo interespecies,
desaparece la anguila,
la garza planea.
 
Sendero ecológico,
adoquín que surca el bosque silbante,
opuntias gendarmes del amanecer.
 
Lejos de la avenida Antropoceno,
sin el ruido del paloselfie curioso,
se arriba a frágil sol naciente.
 
Rugir de lobos en la arena de oro,
reflejos de tortugas marinas danzando,
surcos de arena gris dibujan el remanso.
 
Manchas de agua turquesa,
rocas porosas,
refulgir de algas oxidadas.
 
Lágrima de manantial es el cerro nublado,
gemido vaporoso de escalecias,
verde-amarillo perlado de bromelias.
 
Plataformas color  miel,
baldosas arrugadas de tiempo volcánico,
formas caprichosas del fuego de la creación. 


Conglomerados de lava petrificada,
figuras del génesis,
pasaje a la dimensión alienígena.
  
Lengua volcánica fósil ,
perdiéndose en el celeste aéreo,
empatando con la línea del piélago.
 
Nubes estriadas que arrea el viento,
lagartijos suspendidos en vertical,
avispa de vuelo errático.
 
Crucero blanco en perspectiva
rompe el recogimiento visual,
pasó.
 
Agitación en la charca,
zancadas fugaces,
flamencos despegando.
 
 Mañana temprana,
perfumes de flores epífitas,
descendiendo al mar vacío.
 
 Bosque seco al mediodía,
purgatorio ascendente,
en pos de la siesta prometida.
 
Mirador ajeno a la estridencia sintética,
bahía libre de bañistas exóticos,
música lenta de nervudos manglares.
  
Caminar lo que no se ha caminado,
regenerando el sendero de ayer,
fuera del quehacer ilusorio monetarista.


Llamado del pingüino tropical,
rayas camufladas en la arena de orilla,
pelícano café de vuelo rasante.
  
Cangrejos de extremidades prescindibles,
se persiguen en paredes arrugadas,
mutilándose entre sí.
 
 Trina el canario María,
atento el papamoscas,
vuela la tórtola de párpados celestes.
 
 Murmullo de agua de manantial,
armonía de la montaña,
elixir del sediento. 
 
Chiflón de las grietas de magma,
frescura de gaviota de lava,
alarido de gavilán pollero. 
 
Irreconocible caminante de acantilado,
sumido en la extraña música del aguaje,
es el sujeto de la experiencia que se extasía.
 
Árboles barbudos,
hojarasca de palos de ramaje artrítico,
cauces de escoria volcánica.
 
Trapecio de roca gris en la explanada,
mirador del cactus cabeza de medusa,
resiliencia de bosque abrasado.
 
Cama parda de almendro desnudo,
ramas retorcidas proa al firmamento,
siesta cumplida.
 
Piedra en la horqueta de palo-santo,
señal de viada para el caminante,
paso a los jardines de la iguana tricolor.
 
Tortuga carey soñando en la arena soleada,
remanso al amparo de la bajamar,
despertar es un apurado retorno al hábitat.
 
Pingüinos flotando,
se sumergen,
son torpedos submarinos.


Inmersión al  horno boscoso,
horizonte de arbustos pegajosos e hirientes,
no hay camino sino es por la línea oceánica.
 
Verdor de poza estancada en la plataforma desierta,
ausente la rosada corneta de los flamencos,
aletean y se hunden los patillos de picos rojos.
 
Tortuga gris yerta en lecho de algas,
cadáver que surfeas en la imaginación,
ayer nomás eras el rey de las olas.
 
Retozando en el mañana sombreado,
en otro silencio cerrados los ojos,
se descubre el secreto de la opuntia.
 
Recuperando al Chelonoidis elephantopus,
fascinantes críos de siete años,
enterrarán al espectador.
 
Vigilante golondrina de anillos blancos en las patas,
resaca removiendo guijarros de la caleta escarlata,
lobeznos peleteros jugando en el incendio crepuscular.

Acacia de ramas que abanican, 
rumor de gaviotas de lava en la orilla etérea,
ostreros rojos pescando en la tarde temprana.
 
Aromas almendrados de cedros en flor,
alarido de bosque primario tras la Huerta Valle-Vera,     
fresco sendero tapizado con semillas verde-oliva.
 
Jardín de opuntias taciturnas ido el pájaro brujo,
pinzones dependientes del cactus emiten su lamento,
manzanillos púberes hacen el túnel del cucuve.
 
Invasiva supirrosa ahogando el  hábitat del papamoscas,
ciempiés gigante se hunde en la tierra agrietada,
ruge el pleamar en la bahía prístina de playa inclinada.


Peñón oceánico hechizo de bruma y cielo abierto,
ensenada esmeralda de playa veraniega,
versátil panorámica desde el Cerro Gato.
 
Aterrizaje y despegue de las fragatas del Junco,
fragor y estremecimiento de alas sacudiéndose la sal,
patillos zambulléndose en la quietud de agua dulce.   
 
Dando la vuelta entre sudorosos helechos,
la isla entera asoma al balcón de Buche Rojo,
vientos tropicales esculpen paisajes en el tiempo.
 
Rocas ardientes de iguanas mudando de piel,
fortalezas marrones de orilla volcánica,
fragatas levantando nidos en la colina parda.
 
Sombra y brisa en la morada del enmascarado de Nazca,
barranco del reclamo existencial de las gaviotas tijeretas, 
trampolín a la corriente de aire del futuro pescador.
 
Caída del sol en el paredón de los suspiros pendientes,
pez águila y prole danzan en la hoguera del ocaso,
lagartijo añil ventilándose en mangle blanco.
 
Canarios María bañándose en las charcas de bajamar,
mundo de las olas de pelícanos surfistas,
campo pétreo adentrándose en mar de sargazos.
 
Azoga la cola del ave tropical de regreso al nido aéreo,
siesta de  lobo marino en el charco que atrapó pececillos,
garzas cenizas y tijeretas piratas patrullan en la abundancia.

Caen redondos frutos del tóxico manzanillo,
manjar que recoge el pico de parsimoniosa tortuga,
cucuves querellándose en acacia nervuda.
 
Mirador de bosque seco y eufónico humedal,
lejanía oceánica de metálicos azules y grises,
brisa a la sombra del horizonte de playa blanca seseante.

 

Riñen las iguanas disputándose amarillento arbusto,
chocan sus cuernos con estrépito en la tierra cuarteada,
arcos de lava festonan la entrada al mar del cauce volcánico.
 
Garúa vistiendo de gala a flores del aire,
canario brujo balanceándose en espiga dorada,
ceibo de ramaje perlado por magia ancestral.
 
Refresca al pie de frondoso mango mañanero,
fantasía de gardenias asociadas con hierbas rastreras,
cucuve a contraluz devorando grillo rojizo.
 
Rocas erectas de musgoso filo de montaña,
árboles barbudos trinando con los jilgueros,
flores de cera colgando del abismo verde.
 
Ocaso de relucientes flamencos en pozas salinas,
pinzón tomando el néctar del candelabro de flor amarilla,
lenguas de fuego brotan de las fauces del dragón de Cerro Azul.
 
Acuarela de iguanas marinas levitando en piscina de  piedra,
garza estriada dormita camuflada en tupido majagua,
canta el papamoscas en el jardín de las diablas lunáticas.
 
Sendero de las tres siestas,
un techo es hallazgo en la orilla rocosa,
castillos encantados del rey Iguana.
 
Tijeretas juveniles se recogen en el paredón gris,
lagartijo de trompa magenta engullendo una araña,
playita guardando el mangle del cucuve añorado.
 
Pelícano café planeando rasante con la ola,
media luna de redondas moles ferruginosas,
caleta de periscopios de tortugas oceánicas.
 
Mariposas moradas de sudoroso pasadizo vegetal,
patillo aleteando entre juncos de agua dulce,
lomas dentadas difuminando en la orilla vaporosa.