A la sombra del chereco
es otoño ecuatorial;
canta el duende,
drupas caen;
vegetal yerto,
la tierra come.
Sol de aguacero reverbera
en la lejanía del meridiano
gótico,
de trémulo sauce.
Vientos embisten la selvita
de sábila y geranios;
humedades nutren el campo
arrebujado, que guarda
restos lobunos renaciendo
en la piel rugosa de eucalipto decorativo.
Donde acaba uniforme verde
el veranillo se ha esfumado,
la hora se cubre de pardos;
bajo el ramaje de la copa,
haciendo esquina fulgente,
es la estación de las hojas
de árboles que se fueron.