Cesa de golpe el aguacero y me reflejo en la arena húmeda reverberando, lamida por rítmicos coletazos de oleaje privilegiado para surfear con la vista. Hileras de olas reventando a distancia, luz solar pintando de celeste y turquesa el horizonte marino empatando con el cielo: eléctrico azul matizado de nubes grises como si fuesen los rescoldos ahumados de una hoguera moribunda.  A las formas de paisajes de orilla se suma tibia brisa echando a rodar el secado corporal original, desde la gorra cubre-cuello para abajo. De la playa ancha de bajamar brotan figuras y sonidos de especies en acción; aquí el pájaro ostrero, especializado en abrir la armadura de moluscos con su largo y achatado pico tomate, atrapa un bocado rodando en la resaca que revuelve la fina arena, y alejándose tantito fuera del agua machaca la concha hasta engullir sabroso contenido.  

 

Pisar fuerte en los charcos del sendero fue el estímulo justo para la danza de la lluvia que surgió apenas me  incorporé al festival acuático de mar y cielo tropicales entreverando rugidos metálicos. Y esto de la brisa y el sol secando la ropa ligera mientras camino al tope rocoso de la playa es danzar entre delicias sensuales. Del ambiente limpio de porosidad brotan líneas de islas que reconozco con gratitud. La silueta de la mismísima Floreana es golosina exquisita que apuran los ojos viajantes, contemplan de punta a punta las prominencias y desniveles del ser volcánico, y Tichya generando giros acrobáticos, recitando: 

 

Luminoso cerro de cantores alados,

nutricio de especies amenazadas,

trampolín óptico a pisos biológicos

vástagos del fuego magmático, 

balcón de los misterios de Floreana,

tupido anfiteatro de aromática scalesia, 

refugio acústico del petrel pata-pegada.

 

Pasajes broncos de la iguana Venustissimus,

aproximación a la deidad de orilla pétrea, 

donde medra la roca azabache escarpada,

bruñida en los abismos del Lobo fino.

 

Calas de largo aliento en la mente,

miradores del tiempo recobrado,

lagunas de filos dentados,

brotes de mangle rojo estático,

quietud de acuarelas infatigables.