Sentir el fluido del tiempo ampliado y ser sujeto de la relatividad temporal, tiene consecuencias: mi arraigo en tierra fértil. He mencionado que tengo la sensación de haber vivido una eternidad en radical soledad campesina que es la otra cara, apenas descubierta, de la eternidad en radical soledad del ejecutivo digital. Un eón mental ha transcurrido desde que resido al pie de las murallas que vierten agua dulce y suscitan la eufonía acuática de Río Azul (lo llamo así cuando le da el sol mañanero, y debería denominarse Río Fuego cuando es iluminado por el sol de los venados).
Respiro por fuera del calendario y no especulo en la distancia temporal que me separa del fin del corriente año solar, haciendo la vuelta con el planeta y Chancusig sembrado en la tierra. Persiste la leve noción de que en cualquier momento la nave AVUA se va ha presentar aullando en modo urgente “¡señor Chancusig!, se cumplió su año de fungir de campesino y también el año de ausencia suya en Racionalidad Digital”. Vaya notición mi querida libélula vino tinto, fucsia, púrpura o lo que sea que te vista y calce… vete de regreso a cueva digital con la respuesta indeclinable del auténtico Chancusig: él se queda, va de campesino para largo. Me divierte el escenario que se daría de retornar a las alturas del cavernícola; qué acontecerá con Chancusig II, el sucedáneo, el ente que asumo está cumpliendo las funciones de ejecutivo digital en reemplazo del original Chancusig, el campesino. Es predecible cómo se resolvería esa ridícula situación, si el susodicho sucedáneo es una copia mía debe ser una criatura que se precia de sí, en consecuencia haría lo que yo haría: reemplazarme acá, en tierra firme, y ser moderadamente feliz hasta que de nuevo le toque subir a Racionalidad Digital. Suena sencillo y sería sencillo el intercambio del original con el sucedáneo, vendría a ser habitar en un dúplex del eterno retorno a lo idéntico. Original y sucedáneo jamás se encontrarán en el cruce de destinos, pues, cada cual tendrá su escalera particular para bajar y subir. Por supuesto que este escenario se queda en chiste y de verdad pasará lo que el propio Chancusig decida. Repito y esto sí es repetir, no habrá intercambio con sucedáneo alguno porque tengo la prerrogativa, de acuerdo al pacto inalienable que hice con Malinche, y es un derecho adquirido dilatar mi presencia, ad infinitum, en Valle del Campesino (así terminé titulando el territorio que conocí ayer, reconozco hoy y reconoceré mañana).
La invención del tiempo en el espacio de Caverna Digital era un pasar exento de aburrimiento. Arriba deviene un tiempo libre de relatividad, un tiempo volandero, un tiempo inofensivo. Acá me enteré que el aburrimiento existe encarnando la espera, y vino a ser que aburrirse es un acicate para que el campesino salga renovado de una suerte de aproximación a la angustia Homo sapiens. El aburrimiento provoca ese aguardar por los acontecimientos. Diría que el campesino genera la dosis necesaria de angustia en función de hacer duraderos los días y las noches. Dormir es un instante largo, es una espera y permite el acontecimiento del despertar predispuesto a moverse con la mañana de Valle del Campesino y, no viene a cuento la cantaleta esa de que en la repetición está el gusto, por el contrario, uno no se repite ni en sueños, ni en la ritualidad de capturar aromas y sabores silvestres sobre la marcha. Basta una muestra, resulta estremecedor el hallazgo del florecimiento de una orquídea no vista ayer, y hay flores de un día o una semana que desaparecen y no me acuerdo de ellas sino es porque de sopetón vuelvo a regocijarme con su belleza efímera. Salir del aburrimiento es la temporada de cosecha en Valle del Campesino, comprendiendo que no hacer nada es sembrar en el tiempo y espacio venidero.
Entendiendo el tiempo y el espacio en Valle del Campesino, es menester concluir que arriba mi existencia fue incesante aguardar a que un cataclismo volcánico, interior, acabe de raíz con la inmovilidad del cavernícola. Me alojé una eternidad en la pasividad holográfica a falta de la resolución que rompa con el ser sujeto a Racionalidad Digital. Empero, la mudanza, el desenlace, fue fulminante en relación con la extensa impasibilidad del cavernícola, me bastó una minucia de tiempo para planificar y ejecutar el salto cuántico. Comprendo que, la fantástica demora en la irresolución donde flotaba el cavernícola, se debía a que arriba no sentía la gracia del tiempo y tampoco sufría el espacio mínimo que habitaba envuelto en la adormidera holográfica. Arriba carecía de una realidad reventando de la tierra fértil, hasta que el AVUA me sacó de la cápsula intemporal y me arrojó a la cruda realidad del campesino Chancusig. Vivo en borrador, como nunca lo hice allá arriba porque desconocía un propio vivir, arriba sabía de las aventuras de Don Quijote pero no de las aventuras de Chancusig en Valle del Campesino.
Arriba existía en función de una rutina de la desmemoria, era el sujeto de la experiencia anulado por personas y personajes que dejaron sus propios acontecimientos hace, quizás exagerando, eones, y, sin embargo, su modo y fondo artístico me llegó ¿a saber cómo?, acaso fui yo a voluntad forjando el impulsó de aterrizar en tierra fértil debido a la influencia de los aventureros antiguos, siendo así tenía que rodar escaleras abajo o permitir que me absorba por completo Racionalidad Digital.
Aquí vislumbro al artista arcaico del avanzado Antropoceno, realizándose en borrador sin ensayo previo. Proust hizo de la vida en borrador una novela total, él fue el escritor y personaje en potencia de En busca del tiempo perdido, tardó décadas en forzar el acontecimiento de serlo. Su obra estuvo en veremos hasta que los rayos de esclarecimiento de la infancia que lo visitaron (aromas, texturas y sabores), dieron la señal de largada. Por fin, Proust, tuvo la certeza de que en cada célula de su república de células (unidad de carbono), yacía la materia prima de su búsqueda del tiempo perdido en las profundidades de sí mismo. Y plasmando en el futuro a su pasado lo convirtió en una obra de arte excelsa, la novela total que hizo del tiempo perdido un tiempo recobrado. Es decir, Proust, nunca perdió el tiempo Chancusig, sí.