—Dandy, me voy a pernoctar con las estrellas en las alturas de Pajarero mirador.
—Quiere, su merced Ginebra, que prepare algo apetitoso para desayunar arriba, ¿qué le provoca?
—Ya que lo mentas sí, me encantaría una cosita sabrosa. Arriba amaneceré con la gana de hundirme en los sabores, olores y texturas de una tortilla española que incluya cebolla paiteña, pimientos morrones y guisantes verdes frescos… ¡Por Gea!, tú sí que sabes hacer la tortilla española de pandereta, cosita fina que a una la transporta al huerto en flor de olivos bíblicos de Getsemaní. No hay comparación con la tortilla instantánea, insípida y desangelada que provee en un pestañeo la cocina de integración molecular, lo tuyo es rara delicia que a golpe de fuego lento, en el dispositivo de adobe que es más que un adorno, se hornean los dones de nuestra huerta orgánica.
—Así será su merced Ginebra, de una así será —confirmó Dandy guiñando sus ojos grises, metido en ese tono jocoso y cómplice que fascina a la campesina, pues, él tiene la gracia de la especialidad cibernética Eugenio, Clase A Todoterreno, 7 oficios personalizados, reactualización mental y física automática, energía inagotable, etcétera—.
—Sí, mi estimado, así será porque quiero despertar en Pajarero mirador con sabores, texturas y aromas del Mediterráneo ancestral y no de la cocha asquerosa donde ahora mismo estarán embarrándose a gusto los Pipones Bullangeros.
La nitidez atmosférica de los luceros contrastando con la negritud terrenal motivó que sea renovada huésped de Pajarero mirador. Es su voluntad que todo lo que ha dispuesto para desayunar en el mirador de la finca cafetera, de la finca de olivos, de la finca hortícola Ginebra, sea de origen propio, cositas finas cosechadas en Valle Fin de Mundo, el suelo que –por derecho adquirido– la cobija en exclusividad. Saber qué va a desayunar allá arriba es un acicate más para refocilarse en la noche oscura. ¡Oh, oscuridad primordial, libre de contaminación lumínica y acústica; oscuridad arrullada por vertiente de agua exquisita, eufónica!
Ginebra, fue el nombre que le vino primero a la mente –y así permaneció– para la finca del café de alcurnia, del olivar altivo, y demás frutas y hortalizas del huerto prometido para sembrar y cosechar. Vino con su hogar ambulante empaquetado, no fue una novedad de que la nave espacial de entrada le serviría de casa sino la creatividad que puso en los arreglos que hicieron que la nave pierda radicalmente su forma oval y se transforme en cabaña multimadera que en lo posible se ha mimetizado con el bosque endémico de Valle Fin de Mundo. Y se lo montó de maravilla, trajo consigo la materia prima –semillas de crecimiento meteórico, a la vista, como en el caso de los árboles de olivo y los gemelos Podocarpus, que a la semana ya eran hermosos individuos añejados–, y lo principal vino con Dandy, es él quien maneja los dispositivos del ciclo entero de huerta desde sembrar a cosechar, él es la versatilidad en persona. Ginebra únicamente se concentra en planificar y exponer a Dandy –con mutua clarividencia– las tareas a ejecutar, el resto es el resultado sincronizado de una mente que tiene sueños de campesina y otra mente que los materializa. Ginebra, en su charla formal inicial con Dandy, entre otras ideas fundamentales manifestó: Parafraseando al legendario Vincent van Gogh: yo sueño despierta con escenarios agrícolas y tú haces de ese sueño realidades concretas.
Ginebra soñó, con los ojos abiertos, en este lugar escondido entre el lomerío de la arrugada cordillera Sureña, lo buscó y encontró en el mapeo virtual transcurrida la luciferina guerra contra los Sórdidos. Conflicto feroz en el que combatió victoriosa con el grado de Comandante, no puede ser más que un triunfo para ella y los Contemplativos el que la guerra haya culminado en honroso empate dado la colosal superioridad numérica de los Sórdidos. Comandante Ginebra pertenece de espíritu y corazón a los Contemplativos, sección Metaleras Sinfónicas, y vaya que provocó estragos en la sección enemiga de elite auto denominada Pipones Bullangeros. Se puede afirmar que la verdadera paz entre las masas informes de Sórdidos y la minoría aristocrática de Contemplativos, vino con la implementación del Domo de claustro, tal como se lo conoce entre ambos bandos al escudo sónico y visual, esencial invento que permite a los Contemplativos librarse en soledad del espanto de la contaminación acústica y visual que infieren multitudes de Sórdidos consumistas y alienados bajo el yugo tecnolátrico, multitudes estancadas en estridente fealdad.
Qué estupendo venía tomar el aire tibio de la noche estrellada entonando la melodía del arroyo y las piedras lavadas. Noche oscura inspiradora de fresca mañana que no le quepa duda reventará en sol calcinante a mediodía, aunque ese mismo bochorno sea el factor ideal para gozar del calorcito temprano después del desayuno. Entretanto la tibieza nocturnal la invita a subir por la rampa zigzagueando entre las dos coníferas gemelas de Podocarpus, de 60 metros de estatura. Las coníferas endémicas de la zona montañosa nublada que prendieron a manera de cortesía en dominios del bosque seco, fueron parte de las semillas de crecimiento acelerado que trajo consigo, y que se levantaron como cohetes vegetales por encima de arupos, faiques y arrayanes. Los gemelos Podocarpus son pilares separados lo justo para albergar la estructura colgante de Pajarero mirador. Ginebra concibió desde el tiempo del conflicto con los Pipones Bullangueros, la idea de crear en algún lugar de calorcito seco y constante música de fuente freática, su propia obra de arte aérea inspirada en el Pajarero mirador de ficción que la cautivó de la remota novela señera del escritor Petronio Ojeda: El mundo de los Cachimochos en el país de los Coquinches, publicada bajo el sello editorial Bípedos Depredadores. Una cosa fue imaginar su Pajarero mirador en medio del evento bélico con los Sórdidos, y otra fue concretar en la tierra prometida este monumento a la creatividad equilibrista, joya de la arquitectura flotante arbórea.
Dandy enviará vía ascensor los elementos del buen yantar: recipiente conteniendo el litro del café tesoro de aromas y sensaciones de Finca Ginebra, tortilla española modificada a su gusto, pan crujiente a la gallega, bebidas hidratantes de agua de vertiente. La melodía salvaje la pondrán los trompeteros de la noche y tras reparador descanso los trinadores del amanecer. Ascendió con buen aire y de un tirón al rellano de Pajarero mirador. Saboreó el viento tibio acariciando ramaje matizado por crujidos de la madera viviente, respiró el conjunto que la hará verse como la comandante del galeón del Renacimiento cursando quieto mar de arupos blancos. Surgió al tiempo de transición o sea el tiempo idóneo para que el nocturno de Finca Ginebra la llene de paz y alegría a través de los oídos, el olfato y el tacto terrenos, mientras la modalidad visual viajará a las estrellas. Toda esta hermosura sin par era posible debido a la barrera sonora y visual que abarca en exclusividad el terreno y espacio aéreo correspondiente al vallecito perdido en el entresijo del lomerío sureño y que vino como hecho a la medida de la campesina que fundó Finca Ginebra. A vuelo de pájaro nocturno, ella mismo, se transforma en poesía disparadora del apetito por las cosas del espíritu encarnado, que es la certidumbre de tener de sobra lo que requiere para ser moderadamente feliz. Mientras se aclimataba a la torre daría las vueltas de rigor inherentes al ritual de reencuentro con los treinta metros cuadrados libres de estorbos que obstaculicen la circulación. Otro ambiente es cuando requiere de la modalidad sala de higiene, a lo largo y ancho del Pajarero mirador, entonces se dispara el dispositivo que la muda a buzo de funciones biológicas y abluciones tonificantes.
Empotrados en el parapeto de los pasamanos descansan tres objetos permanentes, a la mano, a saber: hamaca; gafas de uso diurno y nocturnal, es el dispositivo graduable que proyecta en gran angular hasta 360 grados y, por añadidura, facilita enfoque teleobjetivo y macro; disparador múltiple de rayos desintegradores, dispositivo amuleto de Comandante Ginebra, yace flamante en vertical urna protectora. Las gafas y la hamaca son de uso regular, cada vez que sube se sirve de estos dispositivos. Mientras que el desintegrador molecular de la excombatiente no ha salido de su vitrina, no lo tocado siquiera desde que lo guardó en la altura de los gemelos Podocarpus. No niega que le place ver y tener a tiro de las circunstancias impredecibles a la Chola (así llama al desintegrador de Pipones Bullangeros) que se acopló a su mente y brazo formando una trilogía imbatible, y volverían a incorporarse si traban contacto voluntario. Mi Chola está lista para la acción, por si acaso. Musitó ahuyentado escenas y escenarios que no empatan con la aclimatación a las delicias de Pajarero mirador.
Duerme. …soy yegua fina pastando en los prados del Edén.
La mañana límpida y el baño y masajes que tomó a placer lento con el cancionero de jilgueros que desconoce sus nombres vulgares o científicos, le basta identificarlos apenas verlos y/o escuchar sus trinos del alma, por lo demás son el verdiamarillo flotador, el negro pico rojo, el atigrado copetón, el rojo enmascarado, el velociraptor fucsia, etcétera. Qué mejor aperitivo para disponerla a desayunar con hambre, sana y voraz en las alturas. ¡Por Gea, cuánta sabrosura en la sencillez!, exclamó viéndose devorar rebanadas de pan gallego con la tortilla española que viene portando suculentos añadidos a la receta original de los campesinos mediterráneos que hace fu la crearon para hacerle el quite al hambre. Y esa exquisitez subía de quilates gastronómicos con cada sorbo del café campeón de su mundo. Y es la mañana en la que Ginebra está comiendo y cantando fuerte con las chirocas, es Ginebra yendo y viniendo por el Pajarero mirador, desayunando de pie y bromeando para sí se acordó de la frase que nítidamente brotó de su boca ayer, …soy yegua fina pastando en los prados del Edén. Ya cayendo en las simas oníricas, tuvo visiones celestiales que se distorsionaron al despertar. Y de festejar que las pinturitas oníricas de ayer sean borrosas hoy, para qué las quiere si lo que tiene aquí y ahora, son cuadros terrenales que no se arrugan ante espejos paradisíacos.
La mente y cuerpo de Ginebra ya eran equipo con Pajarero mirador, ella era parte del espíritu de los gemelos Podocarpus y se impregnó del airecillo cósmico que aportó el desayuno aéreo. Pasado el momento de las cosas de comer que marcan el ritmo de una mañana llamada a ser de gloria arbórea, solo tiene que hacer visible y usable la hamaca empotrada en el parapeto transparente del pasamano y activar la modalidad de siesta y ensoñar a plena luz tropical. La siesta instintivamente concluirá antes de que caiga el bochorno ecuatorial, entonces su cuerpo–mente acatará la señal ineludible de abandonar Pajarero mirador, a tiempo. Para la campesina, los espaciados viajes a la cima de los gemelos Podocarpus, tienen condumio, sabores y aromas temporales que en la mente del sujeto de la experiencia se conservan involuntariamente y de igual forma retornan al ser consciente tras variable periodo de añejamiento rumiante en las bodegas del instante. Ella no ha hecho de Pajarero mirador una costumbre rutinaria sino una respuesta efectiva al llamado repentino de volver a subir. Sucede que al minuto mismo de pedirle a Dandy que prepare algo de comer diferente, los aromas del desayuno pasado y del mañana la invaden, pero de su boca no salen las palabras cocina lo de siempre Dandy, lo de siempre… y por encanto renueva la solicitud como si fuese un antojo de estreno, y suelta la suerte de la tortilla española.
Se caló las gafas de ver y reconocer aves aquí, allá y acullá, y saltó al escenario que da nombre al Pajarero mirador. Hola harpía Barrabas, ya te enfoqué te guste o no, ¿estamos con progenie? Vaya, enhorabuena Barrabas y señora. Iba dando la vuelta de rigor a los pájaros que brotaban ante sus ojos selváticos, no faltaron especímenes irreconocibles para su regocijo a la vez que suponía que otros se habrían ido definitivamente. Adiós a los desaparecidos, el espíritu del Gran Pájaro perdurará por ustedes y por mí. Contemplo en la perfección terrenal que no es inmortal, pues, está floreciendo en terreno abonado por la extinción.
Para la ocasión el aire de faiques, de arupos, de arrayanes y demás gentileza endémica leñosa y arbórea de bosque seco tropical, se presentó como preámbulo aromático de la siesta. Ginebra despliega la hamaca y fluye en la fiesta emplumada que los dignos descendientes de los dinosaurios le han preparado para destilar ensueños, nada inmediato podría estropear este rato remolón que es finito e irrepetible porque se manda a mudar, es mudable para que cada siesta cometida en Pajarero mirador sea de estreno. ¡Qué rico instante terrenal! Dime Gea, ¿acaso son los cinco centavitos de felicidad que me das para moderar el contraste ineluctable de la infelicidad metafísica de la especie conocida en el multiverso como un error evolutivo? Amigo S. Lem, cuán tragicómico es eso de Bicho monstruo cadaverófilo furioso.
La siesta no se fue de largo y duró lo que tiene que durar para no descender bruscamente al vacío y convertirse en modorra y arruinar el instante. Por ello es lo de la suficiente antelación en ceder el espacio a la canícula del mediodía. Intuyó que la siesta si bien fue intensa en ensoñaciones se quedó algo corta con respecto a otras del pasado. Probablemente la canícula ecuatorial se va a adelantar un tantito, toca descender a la morada de Finca Ginebra, en todo caso es mejor tener tiempo de sobra antes de que reviente a plenitud el calor infernal de la tierra prometida, seré yo bajando con los sentidos ahítos de percepciones que se pondrán a la sombra para madurar y reverdecer.
La cosa sobrevino como una bomba sónica aturdiendo los sentidos, y no era una alucinación proveniente de las secuelas oníricas de la pasada guerra con los Sórdidos. Si en un sueño profundo la visitan escenas de combate, eso no hubiese sido una novedad dentro del intento del subconsciente de paralizarla de miedo con recuerdos bélicos, tales pesadillas vienen a ser un estímulo para preservar la memoria guerrera de Comandante Ginebra, una manera de probar su capacidad de respuesta a cualesquier contingencia inesperada. En todo caso, ella tiene el antídoto para cortar de raíz las pesadillas de guerra que de vez en cuando la acometen, con la palabra clave: café. Y dijo café no una sino tres veces. Pero acá no había donde perderse, salía de la siesta de Pajarero mirador con sus sentidos alerta en el presente-futuro de Valle Fin de Mundo. Está entrenada hasta la medula para la defensa y contraataque y, por reflejo instantáneo, incorporó a su brazo izquierdo, a su mente–cuerpo, el desintegrador molecular de Sórdidos que en conjunción con las gafas de enfocar ubicaron la burbuja enemiga que, ante inusitada falla del escudo sónico visual, invadió Finca Ginebra con las ondas del ruido siniestro y propio de Pipones Bullangeros, era el pinche Capulina y sus mariachis “emulando” al afamado artista Alejo. Vaya remedo ridículo y estridente de un compositor y cantante que al cabo dio lo suyo otrora, Alejo sí había hecho roncha entre las masas fatuas que son el antecedente histórico de lo que en esta época suya se materealizó en multitudes de Sórdidos.
¡Pinche Capulina!, te me escapaste por las mechas la última vez que nos topamos en singular batalla… ¡dale con todo Chola feroz, que no quede huella del condenado Capulina y su banda de bestias Homo sapiens! Acto seguido atacó con el efecto racimo del desintegrador molecular, se esfumó la burbuja y a las cenizas de Capulina y sus mariachis no sabrá distinguirlas de la tierra sureña, imagina que servirán de alimento a los sembrados orgánicos de Finca Ginebra.
¡Por Gea, Dandy!, ¿qué diablos fue eso?… Eufórica y de buen talante, no podía ocultar que el final de su espaciotiempo en Pajarero mirador había sido una escena digna de un rodaje de ciencia ficción memorable. Es que a su merced se le apareció algún ser luciferino alado. Dandy distendido, no respondió a la cuestión porque no mostraba mayor sorpresa cuando Ginebra y sus circunstancias eran motivo de júbilo privado, propio del ser que lo experimenta, la diferencia más bien venía por la súbita presencia de ella. De hecho en las anteriores visitas al Pajarero mirador había descendido zigzagueando por las rampas y ahora usó el ascensor y en un suspiro estuvo frente a él. Entiendo, tú no te enteraste de nada, fue cosa mía y de… favor comunícame con la jefatura de Metaleras Sinfónicas, mismamente con la Comandante Freya.
La conversación con Freya estuvo cargada de buenos augurios y risas nerviosas que pronto ascendieron a fraternales bromas de excombatientes de la legión Metaleras Sinfónicas. Tal como lo presentía no hubo falló del escudo sónico y visual, el holograma del pinche Capulina y sus mariachis fue parte de un programa experimental para divertirla con juegos de guerra inocuos y de paso verificar en situ su estado físico mental en transición de campesina en contemplación a combatiente endemoniada.