ÁRBOL SIAMÉS.-
¿Quién te pilló proyectando en la inmortalidad?
Árbol siamés que estiras doble sombra a occidente,
troncos dibujando el despertar fresco del montañés,
languidez de cuerpos vegetales bifurcándose,
encendiendo betas en el pasamano cobrizo.
La nitidez del reflejo de tu goce solar,
la frescura de tu arco melodioso,
el ser bifronte de silencios nudosos,
es el perfume matinal de cariátides.
Levantas vapor arbóreo,
liberas humedades nocturnas;
absorbes vitaminas del astro,
nutres a tu rio viviente.
Conforme el esplendor de tu magnitud se encoja,
alejándose del cenit de tu hermosura,
será devolverte a la pálida tierra como si nunca
hubieses esculpido el tiempo al son de una hamaca.
LA EDAD DEL LOBO ESTEPARIO
Trotando vas por el candente Toboso
en pos de una piel fresca,
imaginando la flor rosa y blanca
que del arupo toma el aventurero.
Buscas donde hincar tu desencanto,
ya quieren herir el fruto del erial
tus ávidos colmillos;
ya quieren hundir su fiera amargura
en muslos tiernos,
desgarrando carne dulce
de prieta campesina.
Jadeante en la tórrida depresión,
enloqueciendo con los aromas
de Acacia macracantha,
persigues el rastro
de la sensualidad volcánica.
Sediento te zambulles en virginales aromas,
abrazando ignota hermosura,
figurando entrar en sus erógenos labios.
Lobo estepario,
trotando vas por el bosque seco de ceibas,
aspiras diletante la sinuosa desnudez arbórea.
Seducido por desconcertantes fluidos
pierdes en las turgencias de Venus Tropical,
voluptuoso danzas en sus caderas,
ya no extrañas las máscaras de tu bosque gris
ni caminas angustiado por la loza del mendicante.
La rutilante fealdad del cemento,
tu otoño callejero,
no te azota más.
Entre la aromaticidad del palo santo
tienes hambre de enamorar y enamorarte,
fragancias te atrapan,
adolescente otra vez,
en los secretos de núbil muchacha.
TARDECITA
Cursando la tardecita renací para morir,
en la pradera se encienden fanerógamas,
libélula arponeando el cerebro de su amante,
lobos husmeando la huella del desahuciado alce,
águila real precipitándose en diletante roedor,
zorro persiguiendo el aroma apetente de un topo.
Bisontes incendiándose en la primavera de almizcle,
estro esparciendo feromonas en la edad de la procreación grupal,
intemperie a la que nos devolvemos, salvajes, como vinimos.
Bonancible aire peina el pastizal que se pierde conmigo,
púrpuras se mecen en la agónica vastedad del cielo,
las furias invencibles brotan de la esperanza,
ángeles del averno degüellan a las musas solares,
dragoprincesas reinan donde yace mi cascarón.
OJOS
Ojos que reflejan poesía: admiran,
son el maná que se cultiva extático,
antes que la enfermedad los nuble,
revientan en los verdes que deja el aguacero,
revientan en el calor corrompiendo hojas caídas
y con el mirlo dando brincos de lagarto terrible.
Ojos que respiran sin un objetivo específico,
fijándose en la flor en sí se reconocen en el planeta
añadiendo pizca de evolución cromática:
una polilla arcoíris es singularidad notable.
Ojos que no habitan en la ceguera del rebaño,
ojos que no fríen demonios en la sartén del bulímico,
ojos que no tragan asfalto,
ojos que no son pasto de un corazón anoréxico,
ojos que no cosechan en la mies del mercachifle,
ojos que no rumian las baratijas del yo ansioso.
AURORA
En la montaña dialoga con las horas,
a ella acude solo por su ruta nebulosa.
Trepa al lomo escarpado del animal andino,
respira pajonal de amanecer desnudo
bañándose del rocío verde y amarillo.
Asesando en la cuesta sobre las nubes
transpira el don de las lejanías pétreas.
Las matas que mece el viento de altitud
chocan a estribor del navío gris anclado
en la bahía de los cerros bamboleantes.
Quitándose de la colmena de la muerte,
de espalda al desfile escatológico
de fieras mecánicas destilando carburo,
avanza;
sepultando los hábitos del enajenado
bebe del eléctrico azul de ojos rapaces.
Cargándose a sí mismo a nadie sigue,
ninguna caravana le infiere cadavérico
aliento de expedicionarios tintineantes:
ponzoñas graduándose de cósmicos,
moderna peste disfrazada de pioneros.
La cumbre mimetiza con la garua,
ante sí nace otra cima ferruginosa,
arremete a su empinada resistencia,
la que dejó atrás no la ve adelante,
convertida en arenal deleznable.
BATALLA DIMINUTA
Brota de la pantalla de cristal líquido el arácnido,
salta sobre la mosca que se revuelve ruidosa,
dan volantines en una cuadrícula de la nave bifronte,
ajenos en el ardor de la lucha a la mirada del testigo.
Un lápiz afilado separa con precisión a los gladiadores,
interviniendo en la repentina acción de vida y muerte,
rescatando al generador de la página en blanco.
Doblando la víctima el tamaño de su victimario
se retira, centímetros, a una esquina del teclado,
aturdida por los golpes, aún indemne, respira.
A ínfima distancia,
el perseguidor resuella inmóvil,
dando segundos a su afán devorador.
Carga el arácnido fulminante,
colmillos en ristre,
atrapando a la presa,
formando ovillo zumbante,
deslizándose bajo un papel.
El espectador,
levanta el sigilo incorporándose raudo,
provocando el corrimiento del escritorio,
expulsando de sí a los diminutos vividores:
la mosca atina a volar,
la araña saltarina pende de un hilo en el vacío.
PERSECUCIÓN
Beldades danzan añudándose,
baten el lecho fresco de la fronda,
se besan febrilmente, aullando.
Enfoco petrificado a las bacantes,
cargando flores secas en la mano
que no acariciará pieles prietas.
Bermeja luz cuaja en el ritmo,
mujerío ofrece sus dones
tumefactos al rey de los hongos;
ajenas al ardor del mudo testigo
apartándose del divino néctar.
Aires benignos me empujan fuera
del fasto, viene instintivo alejarse
y transferir la escena voluptuosa
a las profundidades del pozo,
ahí crío el festín que erupciona
intempestivo en el catre anacoreta.
Reprimiendo ver sobre el andar,
la inocente sensualidad desapareció.
Devolviendo gruñidos feroces
harpías jadean en persecución,
un resorte las mueve a destazar
al paseante del ramo marchito.
LUMINOSO ILALÓ
Rechoncho animal andino
otrora temible volcán,
altivo recolector de magma
hoy diletante panel solar.
Los molones esparcidos
en los valles que rodean
con oropel tu agrietada piel,
testimonian un pasado febril..
Las entrañas algo tibias
brindan ojos de agua termal,
memoria del ardor telúrico
cuando eras un ser en erupción.
Cerro que acoges sembrados,
bienes semovientes y pastores,
aun en la chata cumbre que,
al fin de erosionado sendero,
engalana la cruz del invasor.
Ayer alojaste vertientes,
abono de primordial verdor;
tu pretérito bosque botánico,
hogar de fauna que se extinguió,
se vislumbra en una mancha
que a sus ruinas se aferró.
Perdida tu salvaje dotación,
la que pone real distancia,
ahuyentando de sí la polución
que esparce el agrimensor,
te convertiste en esponja de sol..
BELLEZA CANINA
El perro de ex-pastor, cola batiente, hace pista,
es un aporte vívido a la cuadrúpeda perfección.
Circunvala atento el perímetro del espectáculo,
la mano de un guía hábil saca harto provecho,
a su anatomía, esculpida en los ojos del criador.
La manipulación genética del perrero apostador,
sin añadir inteligencia al ejemplar de exposición,
viene escamoteando natural ejercicio evolutivo.
Se envanece con el peludo fin de sus desvelos,
fabricando angulaciones y formas de fantasía,
nada preponderantes en la lucha darwiniana.
El viejo instinto de presa reducido a una ovación,
se aleja del intrincado mapa odorífero primordial,
atrofiando la memoria que hace a un rastreador.
Sin pastorear instintivamente en el descampado,
desconoce el jirón agreste donde el lobo se aplica,
quien recorre en manada extensiones maratónicas,
en la jornada que exige su alto rango depredador.
Le llaman a gritos noble perro de exhibición,
en la literatura de catálogo es el mejor amigo,
con etiqueta de súmmum de lo versátil.
Atrapado, a la sombra de cerril cotidianidad,
enloqueciendo de inacción, hediondo a jaula,
paga puntualmente el tributo a su hermosura;
quizás media de hora diaria de pasto y de sol,
acaso una carrera para ladrarle a otro cautivo,
es el premio que recibe del famoso amansador.
ILUMINADO HIMALAYISTA
Cargando la cruz del romántico
retaste a los colosos de oriente,
y regresaste iluminado
merced al singular poder,
que otorga a sus adoradores,
el gran Señor de la altitud.
La palabra del jovial Nazareno
ya sobra en tu discurso de gala;
eres el elegido de las nubes,
un enviado del Buda trepador.
Ya no más, bárbaro;
alumbrado coleccionista,
¡bájate de los montes ochomil!
Vejando la huella fabulosa del Yeti,
entronizas la basura sintética
que arroja el simulacro de conquista.
Ya fluye tu consagrado verbo
en la parodia del precursor;
arriba, en el escenario que animas,
desde el teatro que te hace popular,
repartes el don de la cumbre fotogénica;
entre un público ansioso de medallas,
que sueña con ascender su montaña
y posar en el ápice del vencedor.
Ya no más, bárbaro;
alumbrado coleccionista,
¡bájate de los montes ochomil!
FRAGATA
La paciencia milimétrica del artesano la creó.
Izando velas en un magno océano de nubes,
entre montañas, está batiéndose con las olas
del amanecer, proa a la lejanía del montañés,
rumbo al incendio que gira en su propio eje
en la región que explora el capitán sin puerto.
Se vería estéril en la vitrina gris del sedentario,
allí exhibiéndose como un objeto inanimado,
y que alguien se pregunte si tal caro capricho
sería capaz de flotar en la pileta del patio árabe,
o acaso luzca como el níveo cisne de espuma.
Miniatura incorruptible en el mar de vapor,
nació para transitar la penumbra del ser;
navegando en pos de la luz vitamínica,
no se acomoda al corredor de reliquias
ni a ser el lujo de lunático coleccionista.
Las manos del artista la hicieron para resistir,
embriagándose, en horizontes de cordillera.
Oscila sin presentir la travesía del ave emigrante,
tampoco el surcar grasiento del buque volandero,
siendo una fragata que no conoce muelle
su jornada se repite en la aurora del altiplano.
DIFUNTOS
La celebración de Difuntos no me trae gracia,
parece que estuvieran pataleando,
convidados,
en el sainete que monta un dadivoso anfitrión.
Está de asueto el pasado que fabrica imágenes,
bienvenidas;
apenas hallo ebrios de panteón,
visitantes de lápidas que el resto de jornadas
asoman vacías, ajenas al consuelo palpitante.
Bendito el espíritu que medra en la intemperie
devolviendo a la flor diminuta de páramo,
al hábitat de la isla cautiva entre manglares,
a la fuente selvática de invisibles carnívoros,
al bosque de árbol de papel,
al espejo de río,
al velero bergantín de once cañones por banda.
Felices aquellos que no festejan su aniversario,
sin recibir la triste anualidad de deudos solares
en un perímetro cerrado con tapiales de olvido.
Me niego a saludar a un frío epitafio de mármol,
a recitar una oración con el rigor de un muerto,
sobrio como una tumba y,
derramando penas,
despedirme con un mohín de sí me acuerdo
pero, ¡Dios Misericordioso!, luego, fuera de esta
loza, que se nos pierda ese feo reflejo a calavera.
Los míos, adelantados, están con el músico nato,
cantan en el amanecer del jilguero encapuchado;
ellos respiran,
diseminados entre silencios vegetales,
confundiéndose con el recio forraje de montaña
y el aroma espíneo de la zarzamora y el mortiño.
PATAGONIA
Tierra fértil en dinosaurios de amplia gama,
legado rompecabezas de un mundo perdido,
grama de vegetarianos en rebaños colosales,
hogar del carroñero a imagen de un toro bravo
y del bípedo que pateaba a morir con sus puñales;
levantaste un gigante dotado de maseteros trituradores,
antípoda del diminuto emplumado que ambicionaba volar.
En el mundo eres la garra curva del confín de América,
memoria de una alucinante raza que no es fabulosa;
sus formas caprichosas duermen aún en la sabana,
aunque no menos curiosas que el ñandú pampero,
portan un aura magnética, prez de la evolución.
Madre de lagartos terribles y mansos ramoneantes,
mimados de la creación, especies de largo aliento,
especialistas en sobrevivir eones, extraños al ser
que destapa sus huesos: el humano de luces que
ajeno al delirio futurista descubre diamantes,
maná paleontológico, equilibrio planetario.
BELÉN
Cuna del hijo de Dios, revelación cristiana;
suelo del Mesías venidero, dogma judaico;
fortín que recita el Corán, patente islámica.
Entre muros que dividen religiones, tantos,
reclaman heredad en el tesoro: Tierra Santa.
Desierto del árabe pastoreando milenios;
colina que aviva la fe armada del rabino;
paredes que dan de beber a la intifada;
acera vaciándose de nativos cristianos;
refugiados: liberación de las Furias.
Asentamientos reemplazando bosques bíblicos,
miedo con vista a un hacinamiento de rencores;
parientes belicosos partiéndose ondulante erial,
parcelando la fe, impelidos a dialogar en Babel.
Vigente punto de inmolación: Tierra Prometida
GORILA NUBLADO
Arrinconado en retazos de bosque nublado pervive,
víctima de la África de los conflictos fratricidas.
Es el hermano que sufre vano exterminio,
su mirada languidece en el exitoso Homo sapiens,
quien, con su alma fisurada en los templos de la utilidad,
viene apagando los ojos vivificantes del animal puro;
extraviando ancestral comunión con la intemperie,
reina en el vacío, alrededor de fría explotación,
suerte echada en el estruendo desmitificador.
Los humanos que defienden al cercado gorila,
son el brazo ejecutor de una sabiduría pragmática,
instintivamente se conectan con el valor de lo tangible,
retornando a la matriz, en una necesidad categórica;
sin ver en ella la despensa del informado heliogábalo,
emprenden en la acción que abarca un destino.
DUENDE EGOÍSTA
Genio adolescente, pío en la nota del ave mielera,
pasante sátiro por el sin fondo de la carnalidad;
vital funámbulo en la dimensión del creador,
acogiendo los valores de ser uncido a la tierra
cultivas el fruto de la múltiple soledad del higuerón.
Viandante extremo, al límite de la sima del pasible,
incursionando en el sudor vegetal retoñas enérgico,
indispuesto, ante las plásticas caras del hidrocarburo;
desatendido del averno maquillándose de hermosura
creces hacía dentro, en la raíz que abonan los astros.
Transmigrando del estigma de las horas desechables
empataste con el brujo que sacudió a la víscera rey;
en la zona del inventor de lo elemental que conmueve,
te acomodas en el dibujo cavernícola del primer artista.
Sufrir el vaho hórrido de las chimeneas del maquinismo,
es tránsito obligado; experimentar el círculo desarrollista,
ya jornalero de la ambición acumulativa en la cortedad,
fue reivindicar tu fortaleza: la capacidad de renovar tu alma.
BIPEDACIÓN
Millones de años, previo a la expansión cerebral,
aporcando el terreno para la floración pensante,
se inició la bifurcación entre arbóreos primates;
viaje silencioso en el espacio del ensayo y error
consumando la separación prensil del Homo sapiens.
Incorporándose en sus pies se echó a andar el ser
que paulatinamente abandonó la animalidad pura;
fin de la candidez mamífera, inicio del existente;
adiós al balbuciente colgando de la bóveda verde,
ineluctable asociación de la infelicidad metafísica.
Caminar erecto, portento estructural y energético,
liberó las manos del afán trepador del oportunista,
reventando en formidables útiles de alta precisión;
debutante inteligencia abrió ruta a la imaginación,
herramientas que a la vuelta movieron montañas.
El mutante entreveró vegetales con médula ósea
inyectando la proteína que proyectó al carnívoro,
estimulando el viraje hacia la cúspide alimentaria,
lenta transición de presa a depredador consciente:
insaciable en el aprendizaje de la suerte de matar.
La incipiente mente estrenó sentimientos básicos
maravillando de su poder para tentar lo ignoto,
esculpió dioses originales, cuales adorar y temer;
poderosos distribuidores del caos y del bienestar
trajeron religiosidad, luz y sombra: paz y guerra.
A los sentidos elementales del cazador-recolector
se le añadió quietud sedentaria que socavó la alerta,
degenerando la capacidad de asombro por la vida;
el fin de la bipedación plasmó en un día geológico,
inventar la bomba tomó segundos de esa jornada.
CHIMBORAZO
Cumbre tropical que el caballero Whymper holló
dando apellidos a sus cúpulas enfilando al sol;
hundiéndose en ápice níveo, antes del crepúsculo,
izó bandera pirata sobre esa formidable cúspide,
materializando la cima del mundo que creyó ver.
Monte, colosal, ascendiendo del pupo de Gea;
arriba, observando desde una vitrina espacial,
es el pico prominente que palpó el noble inglés;
sobresaliendo en el vientre del animal esférico,
es el delirio de Bolívar frente al helero de ayer.
Tan pronto, de nieves invictas a infértil deshielo.
Los prohombres que testimoniaron tal esplendor
partieron augurando inmortalidad a sus murallas;
aun los sabios calculadores del cambio climático
pronosticaron tardía muerte al nevero ecuatorial.
Fueron instantes, un decenio desfiguró su prez,
el detente que formaba el glaciar, diluyéndose,
corre inocente: agua fósil que el carbono soltó;
una existencia humana vale para dar fe del fin,
impasible ante el maná que floraría un desierto.
¿Quién reconocerá al gigante el siguiente lustro?
Será un buque fantasma naufragando en piedras,
caudales grises formarán sendos cráteres yertos,
preparando el sarcófago de los domos azucenas,
fallecientes, derritiéndose en cruda indiferencia.
VENTANA
Extiendo mis manos a un árbol que se hace fruta,
cautivo en la luz generadora de festival mañanero
matices silenciosos corren tras el mirador vegetal.
Germinan verdes desplazando el gris de la aurora,
despierto en la cueva despidiendo aires de cafeto.
Secretos cantores del amanecer son observados
se ausentan airosos de sus cestas en el ramaje,
aliviados de la ferocidad de aves rapaces transitan,
entrecruzándose, los insectívoros y polinizadores:
activándose el sustento a flor de tierra y en el cáliz.
Tórtola escarbando en la huella fresca del rocío
apurando rauda una lombriz ante el glotón mirlo,
que de un salto la mueve del siguiente bocadillo.
Ave bruja se posa en chumbera ahíta de líquido
incorporando el diamante de los jardines de Pan.
Colibrí tierno, aprendiz fulminante de nectarívoro,
choca en el engaño que trae transparente cristal,
rebotando indemne aprende a evitar quieto intruso
que ayer no percibía; hoy emergió al apetito voraz,
a beber energía con la prisa del dispuesto a morir.
COCHINILLA
Intrépida caminante en la baldosa,
huele el peligro de explorar en lo ajeno
investigando tras las murallas prohibidas;
ojos humanos acechan su diminuto apuro,
refulge el caparazón arena, las múltiples
extremidades se frenan mimetizándose,
intentando desaparecer en el vasto piso
envolviendo el cuerpo entumecido.
Dos fantasías, sensibles dedos en pinza,
maniobrando con precisión milimétrica,
prenden a la familiar criatura de la niñez,
verifican en la piel su ínfima complejidad,
esa creación eónica vientre arriba.
¿A qué roca perteneces, ente antediluviano?
Soy una reliquia, y me veo así de añosa:
diría que tengo miles de años más que vos.
Se me confundió el rumbo de mi cueva,
aunque presiento esa oscura calidez,
será que estoy tan lejos de su humedad.
¿Sea, vas a eliminarme? ¡Oh, ente invisible!
Podría decir que sí, que la escoba mata,
te confunde con basura vil; mas,
he de liberarte, como las otras, sin excepción,
cuales vengo desalojando a diario de mi lugar;
haré un epílogo glorioso de tu extravío,
volverás incólume al claroscuro de la saponaria.
¿Tanto puedes? ¡Oh!, es difícil de imaginar,
cómo pretender abarcar tu todo material.
Sólo sé que tienes un tacto exquisito, gigante,
podrías reventarme en un tris, sino por matar
por mero descuido, ¿en eso consiste mi gracia?
La pinza se abrió, desciende al imán de la tierra,
aterriza en mullido colchón de verdosa hojarasca,
la fragante humedad de la saponaria la acoge,
raudamente se orienta a las tinieblas bajo piedra
meditando en la temeridad de su mayor aventura.
CRÉDITO
Ocupación: existente; recreo: vivir.
Habito entre dos lomas abrasantes
son los senos de Gea amamantando
al montañés en su hogar de madera;
el indígena gime de placer con ellas.
No eres sujeto de crédito, alucinas.
Repasa mejor el arte de los doctores,
sé el carismático gallo de la catedral.
Vivir es cosa de caminantes, poetas
alucinados, pintores esquizofrénicos.
Ni estoy acá por un favor comercial,
vine a devolverte tus vagos abrazos.
Dije: tengo quien me estruje de verdad,
sus caricias despiden poder telúrico y
no es bocadillo ácimo de facilitadora.
Grosero, pelafustán, así me ves;
grito, ¡el siguiente!, sino enmiendas.
Por Cristo, hombre, piensa y mide,
pisas la antesala de adquirir ego,
el numen del tipo bienaventurado.
¿Estamos conformes en lo dicho?,
mi oficio es volver a cuestionarte…
Profesión: agrimensor, en libre ejercicio;
domicilio: Cuesta de los Bajantes;
culto: refocilar con lo magmático.
¡El siguiente!…
VISIÓN DE OTOÑO
A la sombra del árbol saponáceo
gime y danza trémulo el otoño;
canta el duende,
drupas caen del chereco;
vegetal yerto la estancia come;
sol de aguacero reverbera
en la lejanía del meridiano
gótico de las montañas.
Vientos embisten la selvita
de aloe feroz y geranios;
humedades nutren el campo
arrebujado que guarda
restos lobunos renaciendo
en la piel rugosa de araucaria.
Donde acaba uniforme verde
el veranillo se ha esfumado y
la hora se cubre de pardos;
bajo el ramaje entrecruzado
del aromático eucalipto
tiembla la tierra fulgente,
ahíta de hojas muertas.