Amigo Iguana
La foto retrato principal de este artículo proviene de la serie de instantáneas que logré de majestuosa iguana terrestre de la especie Conolophus subcristatus, posando en un campo de rocas volcánicas. La hallé pronto, recién comenzando la escapada de rigor que hice gracias al tiempo extra, de espera, antes de tomar el vuelo de regresó al continente. Bajo inclemente sol y la sequedad ambiental promedio de Baltra, me eché a andar rumbo con la media mañana cargando las dos ligeras mochilas que ayudan a viajar rápido y liviano prescindiendo de equipaje acompañada o de bodega. Caminaba con el sigilo y la atención sensorial propia a la búsqueda de iguanas y, podría decir que detrás de las aspas de los molinos de viento que provee de energía eólica a las instalaciones del aeropuerto, bajando unos cien metros con dirección a la carretera asfaltada que lleva al muelle de pasajeros de cruceros, encontré a un joven espécimen camuflado entre piedras y arbustos. El mismo que se mantuvo impasible hasta que di la vuelta de rigor pensando que iba a capturar fácil con el lente a otros ejemplares, así creía que acontecería pero no hallé más iguanas alrededor, y celebro a la fecha que fue así ya que hizo del instante un hallazgo perdurable.
La iguana terrestre de las Galápagos (Conolophus subcristatus), goza de buena salud en Isla Baltra, esto a pesar de habitar en un piso biológico que a la vista resalta por su candente paisaje inhospitalario que aloja mínima vegetación de arbustos leñosos y cactus, con decir que viene a ser fiesta de los sentidos el brote de yerbas y flores diminutas cuando llueve lo suficiente y uno tiene la suerte de ser partícipe de este acontecimiento fastuoso dentro de la fragilidad ecológica que es una constante en las Islas Encantadas. En un artículo pasado de esta página, titulado a secas Conolophus subcristatus, expuse lo grato que fue respirar la brisa perfumada que despide el florecimiento liliputiense de Baltra, no así en la mañana de las fotografías que muestro abajo del presente artículo, que es el panorama normal o corriente de la isla que en sí es un retrato de la supervivencia a tope, es el hábitat de los dragones terrestres que carecen de fuentes de agua dulce, que carecen de árboles de sombra a los cuales treparse y comer de su follaje. De hecho cualquier sombra es lujo negado al caminante, habría que reptar un tanto para meterse entre los cúmulos de rocas tostadas por el sol ecuatorial.
Acá se puede andar con facilidad sin hundirse en la tierra arcillosa y rojiza que da un ambiente marciano a la isla, valiéndose y beneficiándose de los anchos senderos de grava que son en la actualidad los grises remanentes de lo que fueron calles y vías asfaltadas de la desaparecida base militar aérea USA, que funcionó en los años cuarenta a propósito de la Segunda Guerra Mundial. También las iguanas se sirven como refugios de las ruinas de las instalaciones y calzadas que otrora coparon de voces humanas la pequeña isla. Entonces las iguanas dejaron de medrar del extremo minimalismo de Baltra, desaparecieron de la isla, aunque gracias a la intervención de un oficial estadounidense su extinción vino ser temporal, pues, un número indeterminado de iguanas fueron trasladadas a la isla contigua de Seymour Norte, donde sobrevivieron y crecieron como población, lo cierto es que a futuro se dieron las condiciones para que otros humanos las traigan para que repueblen su antiguo hogar natural. Aquí comparto el testimonio fotográfico de su retorno.