Microlophus albemarlensis

Lagartijas de lava de Isabela. Pintorescos y menudos reptiles terrestres de hábitos diurnos, se los avista sobre la marcha en el humedal, en el bosque seco tropical, en las calas, en las playitas y esteros de orilla rocosa. El hábitat de lagartijas y lagartos viene con paisajes y miradores que evocan la teoría de la evolución darwiniana, en la zona de la reserva biológica de Puerto Villamil.  Microlophus albemarlensis, es la especie endémica de Isabela (4.800 km²), la isla de mayor superficie del Archipiélago de Galápagos, con apenas ochocientos mil años de edad geológica planetaria. Las Islas  Galápagos empezaron a emerger hace aproximadamente cuatro millones de años, a mil kilómetros de distancia del Ecuador continental, fruto de la destrucción creativa provocada por poderosas erupciones de volcanes submarinos.

La comunidad científica afirma que la migración de reptiles denominada Radiación occidental, hizo que las lagartijas de lava de Isabela provengan de sus ancestros de Isla Española, esto enmarcado en el proceso de colonización de la especie que actualmente responde al nombre Microlophus delanonis. La lagartija de lava de Isla Española se expandió a otras islas volcánicas donde, al cabo de milenios de evolución acorde a los distintos hábitats de las tierras colonizadas, con una duración de ciento setenta mil años a tres millones y medio de años, se transformaron en especies endémicas, a saber: Microlophus grayii (Isla Floreana); Microlophus duncanensis (Isla Pinzón); Microlophus jacobi (Isla Santiago); Microlophus indefatigabilis (Isla Santa Cruz); Microlophus barringtonensis (Isla Santa Fe); Microlophus albemarlensis (Isla Isabela). (more…)

En ninguna parte

¿A dónde vas, paisano? A ninguna parte, chiquillo… ¿Y te queda muy lejos ninguna parte? No sé, puede estar a kilómetros de distancia, allá por el lomerío Pegujal o mejor todavía se esconde a la vuelta, saliendo del sendero de floripondios y apenas penetrando en la selvita de faiques tras el recodo. Qué sé yo dónde y cuándo estamos inmersos en ninguna parte, es intempestivo. Un concejo o advertencia también: si algún día haces de ninguna parte una suerte de ejercicio filosófico, asegúrate de quedar “atrapado con salida” porque de súbito el nirvana podría convertirse en purgatorio, recuerda que el camino a caer en infiernillos insondables de entrada es divino, ancho y entretenido.

La última vez que bajamos por el trillo de guardaparque, hace como dieciocho meses, rumbo a  Playa Rey Iguana, el senderito era poco visible, aunque se notaba que había mínimo mantenimiento gracias a los pocos que accedían a estos parajes al filo de ninguna parte.  Ahora lo encontramos apenas visible y está claro se ha esfumado el puñado de privilegiados visitantes de Playa Rey Iguana, solo la ayuda de las piedras cenizas de reconocimiento del guardaparque, apostadas en la horqueta formada por ramas de árboles bajos de bosque seco tropical, confirman a la modalidad visual y de tacto, ojos y pies, no nos hemos desviado a la espesura mimética del territorio propio para extraviarse.

Topamos con la señal grande e inconfundible, el oblongo tanque de hierro oxidado. Debió servir para acumular agua para la ducha caliente de seres privilegiados o algo así, y viene abandonado desde los años cincuenta tras la época de Colina Radar y de la época de la colonia penitenciaria que heredó a la posteridad turística el infame Muro de las lágrimas.  Lo único concreto este momento es la cosa carcomida por el óxido que es la cosa marcando la seguridad de estar en la senda prometida. Hasta aquí vamos muy bien, en el trayecto saludamos a dos tortugas gigantes adultas de Sierra Negra (macho y hembra) y a un espécimen joven que identificamos como una proyección del pasado, en este espacio-tiempo es la nueva “doncella cinturita de avispa”.

Pájara memoria, somos presa de la ilusión, y el desvío a ninguna parte nos tienta como si antes no nos hubiese tentado. Es el mismo cabo suelto reconocido como tal en circunstancias pasadas, pero vuelve a la carga valiéndose del olvido y no sugiere sino que manda a hacer lo que quedó trunco hace año y medio, y que en vez de una travesía en lo ignoto resultó el corto y diletante paseo de ida y vuelta, retornando sin apuro al tanque oxidado. (more…)

Microlophus bivittatus

Estoy caminando en la línea rocosa, fábrica de dioramas remotos de la lagartija de lava de Isla San Cristóbal. Oh, soledades salvajes enriqueciendo el tiempo y espacio liliputiense de Microlophus bivittatus. Me encuentro de sopetón con la especie que anhelo capturar en imágenes perdurables, ora en distintos suelos y posaderos de orilla, ora en los especímenes que ubico a distancia merced a la vista entrenada para detectar reptiles en alerta retrepados en piedras vigías, y aquí es cuando imagino a los lagartos terribles del jurásico tomando baños de sol mientras sufren larga digestión.  (more…)

Vibraciones Conolophus

Baltra, la isla de los adioses. Aquí, el mote, ha desplazado al nombre oficial de Isla Seymour Sur. No se sabe a ciencia cierta de dónde proviene la palabra Baltra, no aparece en el diccionario actualizado de la RAE, y poco o nada aporta el significado acorde con el Diccionario histórico de la lengua española 1933 – 1936, a saber:  [BALTRA, f. Sal. Vientre, panza. «Algo les hace escupir \ un bejuquillo de la ampa. \ pero aun les queda repleto \ el estómago y la baltra,» Villarroel, Obr., ed. 1794, t. 11, p. 97 ].

En todo caso, Baltra, tiene mucho más que enseñar que el pintoresco aeropuerto  de ingreso al  archipiélago encantado. El condumio acá son las vibraciones de los especímenes de Conolophus subcristatus (Iguana Terrestre de Las Galápagos). Cuando el turista arriba no se entretiene en las instalaciones del aeropuerto ni en los alrededores que asoman desérticos, sino que va apurado pensando en su destino final. La isla de los adioses, de suelo de arcilla rojiza que alberga rala vegetación leñosa, palos verdes espinados, cactus candelabro y opuntias, tiene lo justo para dar sombra y alimento a los lagartos que también se benefician de las madrigueras que han dejado las ruinas a la vista de la base aérea estadounidense abandonada hace décadas.

Yo, el ser mudable, tomo el primer contacto fugaz con la isla de los adioses como una bocanada de aire fresco y de beneplácito y de alivio, pues, es el preámbulo necesario para montar el itinerario propio de los días que vendrán para andar y ver en Galápagos. De entrada, considero mero trámite el trayecto de cinco kilómetros que el bus “Panza” recorre a razón de un dólar por kilómetro/pasajero hasta Canal Itabaca que, por sus dotes paisajísticas, es el aperitivo del tiempo espacio futuro. Cruzando la cordillera de Santa Cruz quedará atrás el aeropuerto que volveré a pisar de otra forma y con distinto fondo, no únicamente para servirme del vuelo de regreso al continente.   

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En busca del Lobo Fino

Aristocrática iguana del orden jerárquico Venustissimus, de majestuosa cabeza cornuda, ojos claros y dorso espinado realzando verdes, blancos, rojos y negros, de piel áspera y sangre fría en pos de vitaminas solares, hacía guardia en el Portal de Las Botellas. Detuve la marcha a la distancia de rigor que no perturbe su tarea sagrada, y sin más dirigí mis vibraciones matinales al sereno reptil. “Su merced, descendiente directo de las deidades de las estrellas oceánicas del multiverso, criatura endémica de la isla que me acoge en calidad de caminante total, ser de la sonrisa hierática por naturaleza divina, ¿me permite pasar… voy en busca del Lobo Fino?”.

Aquí estoy haciendo la primera parada desde que me eché a caminar al alba y con el buen augurio de la tórtola del anillo azul envolviendo sus párpados, la que señaló el sendero de una jornada de contacto con la isla profunda, salvaje. Aquí estoy estirando mi sombra en la plancha de roca tibia acaramelada, recibiendo a gusto sendos rayos solares de la mañana temprana de piélago manso, presagiando una jornada de bajamar indeleble en la orilla rocosa de Isla Floreana. Respiro la brisa suave trayendo aromas del bosque de Palo Santo por atravesar, aspiro a una mañana de calorcillo contenido en los barrancos del Lobo Fino, aspiro a un día de oleaje eléctrico y piscinas cristalinas matizando con cielo celeste, nubes volanderas, garua inocente y brisa traviesa.

El magnífico espécimen de iguana Venustissimus, erguido en sus cuartos delanteros de pectorales festonados con pinceladas turquesas, vibró y un rotundo “adelante” se tradujo en mi mente. Las ventanas oculares del guardián apenas eran un trazo gris acuoso, y sin embargo remitían alerta cuando atravesé el portal que se animó al otro lado con la iguana idéntica que abrió sus ojos de esmeralda resplandeciente, ojos grandes y rasgados, era el reflejo intenso del mar de Portal de Las Botellas.

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Guayabillos & Occidente

No tener la certeza del rumbo fijo, no saber a dónde te va a llevar la marcha higiénica del día, es caminar con el ánimo de orientarse en el entorno seminatural o semisalvaje que se atraviesa en la mañana fresca de abril, es vivir el instante en el andar y ver, es una suerte de aventura fructífera para el sujeto de la experiencia. Incorporar a la memoria mágica una travesía impensada, es una realidad tangible en la zona agrícola de Isla Santa Cruz. No es un paseo cualquiera en el medio rural de la isla, se trata también de una inmersión en tierras de amortiguamiento ecológico, esto por estar delimitadas por el Parque Nacional Galápagos (PNG), organismo regional que por ley (jurídica, moral y ética) está llamado a proteger fauna y flora originales de la isla entera. El PNG, en concreto posee y administra más del noventa por ciento del territorio isleño, Santa Cruz es parte del patrimonio biológico y reserva natural terrestre y marítima del Archipiélago de Galápagos.

De hecho –y de repente–, la maravilla paisajística de la ruralidad isleña, consiste en toparse con individuos de las dos especies endémicas de tortugas gigantes que transitan por las vías secundarias públicas y, tras los cercos vegetales y de alambre de puas, igual se avista a los especímenes que se hallan dentro de las fincas agrícolas y de pequeñas propiedades rurales. La fortuna de tener encuentros cercanos con sendos galápagos yendo y viniendo a su aire, es porque ellos instintivamente transitan por los distintos pisos biológicos de sus migraciones ancestrales, dependiendo de las estaciones de apareamiento y anidación suben a tierras altas o bajan al llano. Da gusto ver galápagos dándose banquetes herbívoros gracias a las lluvias de abril.

Si se circula por los caminos secundarios rurales del medio oeste de la isla, hablamos de contemplar a la especie Chelonoidis niger porteri. Una mañana fue para entrar por barrio Guayabillos y salir a la ruta viva por barrio Occidente. La segunda buena mañana vino al revés, ingresé por Occidente y caí en un alegre chaquiñán que acabó desembocando en el parque industrial a tiro de la ciclovía, y la sorpresa fue que salí a medio camino de Bellavista a Puerto Ayora. Sí, lugares comunes –nombres comunes–, pero mezclados con la singularidad de la evolución de las especies galapagueñas. (more…)

Cerro Mesa & Garrapatero

La mañana fresca y sombreada de abril ayudó para hacer una caminata suave ascendiendo desde el barrio El Cascajo, cruzando la zona de fincas agrícolas-ganaderas de El Camote, rumbo a  las tierras de amortiguamiento ecológico de Cerro Mesa que colinda con los prados y bosques de Colina Pikaia. Antes, en 2019 y 2020, subí a esta zona asequible del centro-este de Isla Santa Cruz, con la intención de andar y ver en el hábitat de la especie Chelonoidis niger donfaustoi (la denominación de esta especie hace honor al guardaparque Fausto Llerena). Hasta 2015, los especímenes de la tortuga gigante de El Fatal, eran considerados como una población minoritaria de la especie Chelonoidis niger porteri, Tortuga de El Chato o Tortuga del Oeste de Isla Santa Cruz (aproximadamente 4000 individuos). Recién en 2018 me enteré que las tortugas de El Fatal, correspondían a una especie distinta a la del oeste de la isla y que se habían tomado las precauciones debidas para su protección y regeneración en su nicho ancestral, pues, en paralelo al censo poblacional se les colocó sensores electrónicos para detectar los movimientos de alrededor de 500 especímenes. (more…)

Abril en Tortuga Bahía

Ser semejante al cangrejo cenobita,
visto y no visto en su morada mudable,
incorporado a la Tierra,
difuminado a la luz del sol,
demorarse en la orilla rocosa del pelícano café,
demorarse en la negritud lávica de lagartijas infatigables,
demorarse en la sombreada brisa del árbol de manzanillo,
demorarse en el cucuve escarbando la arena cremosa,
demorarse en el revoloteo del copetón,
demorarse en el trino del canario aureola.

 

“Continuemos la marcha, ¡por favor!, la belleza de Playa Brava y Playa Mansa los aguarda. Yo sí tengo tiempo, ustedes no porque deben cumplir el itinerario…”, dijo el guía con cierta sorna salida del subconsciente, concluyendo su charla explicativa de las bondades de los recursos turísticos de la isla y de lo que se debe hacer y de lo que está prohibido hacer. Traduje lo que capturaron mis oídos y entendí la diferenciación sobre la posesión del tiempo que pretendía hacer el guía frente a las personas desposeídas de un tiempo propio por hallarse sujetas a las disposiciones del paquete turístico que adquirieron, pero él también estaba sujeto a la rutina implacable de su chaucha. Asumí que el grupo después de Bahía Tortuga, tendría para sí otros recursos turísticos que incluir en la memoria móvil. Hice una huida feliz, justo antes de que reinicie hablada caminata el grupo puntero que, además de estar descansado había sido público, a conciencia o no, de la charla completa ya naturalista, ya anecdótica del guía, mientras que los caminantes retrasados pasaron de sufrirla a propósito o no.

He guardado  lo que considero la esencia de lo que dijo el guía y, por añadidura, previo al rebasamiento total del grupo azas internado en el bosque seco primario, cursando la senda angosta de adoquín y muros bajos de piedras o lajas volcánicas pegadas con cemento, pillé un retazo de la historia conocida del israelita Guy. La comparé con los datos que he obtenido de la misma, y, en los hechos constatados de su muerte concuerdan, pero queda entera levantar la ficción del joven militar que sumaba 23 años, allá por 1991, cuando cometió la travesía desde la zona montañosa de la isla, en concreto descendiendo del bosque de scalesia de la reserva natural de tortugas gigantes, El Chato, a la orilla rocosa en las cercanías de Bahía Tortuga, donde después de seis meses de su desaparición fue ubicado el cadáver por tres pescadores que cobraron la recompensa por el hallazgo que pagó el padre de Guy.

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Gato cangrejero

Andar por el filo rocoso te ha venido agradable cuando reina la marea baja y por eso hoy te alejaste del puerto más de lo conveniente, y sucedió proyectado al cubo la situación que Jennifer, la chica local atenta y conversadora del restaurante Los Delfines, te advirtió evites a toda costa: quedar atrapada en una caleta en pleamar. Apenas anteayer, merendando sabroso en Los Delfines, reíste con la manera de cantar la comanda al chef de lo que solicitaste para comer y beber: “la doctora quiere lo de siempre”, aulló Jennifer. De entrada en Los Delfines, cuando intercambiaron nombre, oficio y/o profesión de cada quien, le pediste que te llame Tilda, a secas, y así lo hace en una charla cualesquiera contigo, salvo cuando canta la comanda de servicio. Para tu capote decías que preferible que diga a voz en cuello doctora antes que psicoterapeuta, que suena fatal para el caso. Y la hora del postre fue disfrutar de la forma cómo Jennifer relató su aventura en la caleta donde quedó atrapada, parecía haberse divertido mucho en vez de pasar miedo, y tú recalcando que hubiese sido terrorífica la aventura si sufrías la mitad de lo que sufrió ella.

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Playa de los cerdos

Tilda, ayer tomaste el lado derecho de lo que ahora sabes es una bifurcación inconfundible de trochas que te han dicho que antaño eran rutas autorizadas para cazadores de especies invasivas. Formas de plásticos de bebidas hidratantes y de gaseosas medio venenosas resaltan en el bosque casi-prístino como mensajes de la globalización de la basura sintética diciéndote: te perseguiré a donde vayas para recordarte el mundo que habitas fungiendo de connotada psicoterapeuta. En todo caso, sugieren que de repente estos senderos son transitados por cazadores que han pasado a ser furtivos puesto que carecen de permiso del Parque Nacional. De hecho creíste escuchar la detonación lejana de vetustas escopetas de perdigones, has tenido la suerte de no cruzarte con ningún cazador furtivo acompañado de jauría hambrienta de canes mestizos, de esos que meten miedo con la sola visión de un encuentro fortuito. 

En este punto irrumpe en la memoria el fallido intento de alcanzar las piscinas naturales del criadero de peces Trucha feliz, beneficiándose del río Cabra cuyas aguas templadas, bajando de la altitud del súper-páramo de la cordillera oriental, arriban dadivosas a suelo subtropical andino. Cuán melódico es el dúo que hacen la corriente activa y las piedras pasivas, cuando el líquido freático de la vida terrenal recogido en lagunas de Montañas A,zules descienden a bañar de arcoíris el verdor del paseo ribereño que prometía un colofón de dibujos animados en las piscinas del río Cabra. Al cabo te fue esquiva la morada de la trucha arcoíris, ¿talvez te faltó tener la ambición de pescarla y tragártela? No hubo tal, cuando parecía que, salvando el portón y el letrero que invitaba al lugar de la trucha dichosa, los astros se alineaban en aras de completar una mañana bucólica. Asomó inesperada jauría de pequeños canes que, en principio, supusiste superables apenas infiriéndoles una de tus frases hechas preferidas de los juegos de la infancia en Huertos Familiares del Aguacate, “quieto animal feroz que yo nací antes que vos”. (more…)

Rey Iguana

Estás penetrando a una zona peligrosísima, a una abominación no vista hasta ahora en estos pagos de Abraxas inspirado… jajajojojiji, bromita nomás era porque vas rumbo al mar y sus murmullos eléctricos y las formas salobres de artríticos mangles, andas en pos de calzarte los ojos oceánicos del vate Neruda y ver más que ayer como decía el artista pintor Mora. Vienes atravesando un segmento del infiernillo paradisiaco que es el bosque seco inédito y los aromas de palo santo como referencia aromática del conjunto vegetal selvático. Amiga Tilda, escapaste por los pelos al senderito de guarda parques que se ofreció a tu sed de silenciosos y encuentros cercanos con los ojos de las tortugas y los trinos de ruiseñores del alma. Los ojos del gran angular de la bípeda erguida se han llenado de gozo con la vista del juvenil galápago, ¿macho o hembra, qué mismo será?, para la ocasión suena bonito describirlo como epiceno de faldita escotada y escamas relucientes; “qué cinturita de la niña prieta”, podría haber dicho Inti si tuviese tiempo-espacio para quitarse la camisa de fuerza de la bestia humana apurada y parlanchina y escurrirse de la ruta de los existentes ávidos de selfis. Vaya que estuvieron cerca de alcanzarte el grupo de azuayos simpáticos a la distancia; oh, distancia, cuán propicia fuiste borrando a Tilda del camino de esos endemoniados pedaleando y a un tris de rebasarte. Se desquició la gente alegre que en el desayuno fungieron de turistas moderados, será que montan en bicicleta y creen que están sufriendo a la montaña rusa del mundo Disney, o peor aún a la Máquina Infernal, lo verídico es que se transformaron a tus oídos saludables en horda invasiva, auspiciados por el comandante Gritón. Apenas lo escuchaste vociferar “¡longa loma, puerca loma, sucia loma…! ¿dónde te escondes imberbe que no te veo?”, asociaste por el acento cantarín inconfundible que era el jefe del grupo del desayuno en el hostal Copetón. Rodaban en pos de Colina Radar y el mentado Muro, el comandante Gritón ansiaba finalizar el trayecto y de ahí su reclamo existencial de “longa loma… etcétera”. (more…)

A ritmo de galápago

En el planeta de los humanos muchas comparaciones despectivas y que denotan perversidad de los individuos de la especie dominante, se sustentan en el comportamiento y en las imágenes de los animales puros salvajes. De facto el que va a ritmo de galápago es el galápago pero ella, Tilda, quiere experimentar, en el sitio preciso para ello, lo que es ir detrás de una tortuga gigante. Desde que pisó Isla Isabela con esa fijación a cuestas, está siendo acusada de pasiva por parte de Inti –ya con huecas palabras, ya con cansino lenguaje corporal–. Inti ha venido a ser para Tilda un índice de velocidad, es el ser que funge de idóneo espécimen posmoderno. Si ella no va a zancadas de manicomio, Inti la culpa de estar perdiendo el tiempo y, lo peor, hace que él gaste su tiempo rápido y fugaz en la vida lenta que ella propone acá, y la sola mención de bajar revoluciones lo pone fúrico.

Inti es como es o sea la esencia de la bestia humana apurada y parlanchina, mantiene su frenética existencia aun estando de paseo en las Islas Encantadas, y es algo incomprensible que a él le digan que vaya a paso de tortuga y aproveche en modo recogimiento su libertad de acción en las islas que vino a peinarlas en ocho días, en realidad vendrían a ser seis días completos quitando las dos jornadas de viaje aéreo del continente a Isla Santa Cruz y viceversa. Cómo es posible que Tildita afirme que no hacer nada es estar más ocupada que nunca, es exasperante que semejante conclusión filosófica del oscurantismo se ponga en práctica en la época de la cotidianidad automática y venga de alguien que pertenece al mundo del sujeto del rendimiento.

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Spheniscus mendiculus

Pingüinos tropicales de Galápagos en Isla Isabela

 

No es difícil avistar pingüinos tropicales de Galápagos, Spheniscus mendiculus, alrededor del muelle de  carga y pasajeros de la bahía de Puerto Villamil, isla Isabela, aunque sea uno que otro nadando en las aguas apaciguadas por el cerco de manglares de avanzada. Si se quiere ver asociaciones de tres o cuatro pingüinos hay que tomar el circuito de bahía en lancha y dirigirse hacia a la barrera rocosa Tintoreras, la que viene adornada de manglares formando un filo verde que da color y vida a las tranquilas aguas de esta zona que también tiene bucólicas lagunas en el sitio  denominado Concha y Perla. Lo cierto es que tener un contacto próximo y distendido con los pequeños pingüinos (de 45 a 50 centímetros de estatura) caminando sin apuros, en la superficie de la orilla rocosa del sector sur asequible a pie de Isabela, era más un deseo que una realidad tangible.  Un encuentro cercano, en seco, con estas aves singulares no venía a la mano por la rapidez de saetas o torpedos acuáticos,literalmente vuelan sumergidos en el océano. (more…)

Charco contemplativo

Entro a la zona de amortiguamiento del Charco contemplativo, ha llovido y la senda barrosa serpentea entre  verdes sudando en la maleza y el bosque de árboles lechosos dispersando perfumes salvajes de dríades propiciando mugidos de estación de acoplamiento de tortugas gigantes. Jilgueros trinan y se extraña la larga ausencia del pájaro brujo que, a la sazón, no he avistado ni siquiera de lejos en las tantas inmersiones que he venido haciendo a los fragmentos de isla que son parte del menú de andar y ver, fragmentos que en sí constituyen mundos aparte, son creaciones prehistóricas que han venido incorporándose al comensal ancestral conforme se descubren en tiempos y espacios distintos. Me congratulo por  ser un “comensal ancestral”, ¿a quién de mis conocidos reales o de ficción se le ocurrió esta regia auto-denominación?  No existe una respuesta exacta, siendo que fueron algunos a la vez  -me incluyo en ellos- los que  lanzamos al “comensal ancestral” en el ciberespacio conocido… y más allá aún. Lo verídico es que le calza bien al sujeto de la experiencia y del descubrimiento que está  descendiendo por amable desnivel hacía el charco contemplativo, eso sí batiendo barro y enjuagando, en menudas concavidades que han recogido agua lluvia, las sandalias de senderismo con suela para doblar espinas y provistas de tracción pantanera. (more…)

Pista de iguanas terrestres

Avanzo  por la abandonada pista aérea, que asumo fue la pista secundaria de la fenecida base militar estadounidense; mejor aún, voy con los sentidos alerta por lo que hoy día es la pista de las iguanas terrestres. De la visión de lo que no es más un teatro rugiente de operaciones aeronavales pasé a la visión de una especie endémica  recuperada en Isla Baltra; de la vista de vestigios ineludibles por doquier del desmantelamiento de las instalaciones de La Roca (The Rock), pasé a los refugios y madrigueras en que se han convertido los cimientos agrietados de los edificios de la desaparecida base militar. Igual lo nuevo y útil le  sirve a la iguana terrestre para asolearse o refrescarse a la sombra de cuadrados plintos que sostienen simétrico tendido eléctrico de postes de hormigón armado, que proveen de energía eléctrica a las modestas bases militares ecuatorianas y al depósito de combustibles y al muelle de pasajeros de cruceros. 

“Y si detrás del armatoste oxidándose a largo plazo hay lo que busco, una iguana acogiéndose a la mínima sombra que le brinda”, me dije haciendo táctico rodeo a la suerte de calentador de agua que ya tiene décadas de lenta descomposición. Evoqué las probabilidades vida o muerte, 50/50, del Gato de Schrödinger (solo un pestañeo para que el espíritu de Schrödinger, que en Mente y Materia nos legó su aporte filosófico, ni monte en cólera ni me arroje una maldición oceánica). Lo mío venía a ser una divertida apuesta mental en la que  no intervenía la entropía máxima; ¿había o no había una iguana, había o no había una sombra acogiéndola? Lo que sí tenía frente a mí y era acorde con el instante y sus circunstancias a la intemperie en la pista, era el objeto que disparó la intuición. En todo caso, salí ganando la iguana que al cabo sí estaba, y fue el cuadro divino del ejemplar medrando de la sombra que le proporcionaba la escoria sintética, estacionada ahí desde 1946.  Lo cierto es que si perdía la apuesta mental, de no haber existido aquel bello espécimen de por medio, la carcacha no hubiese tenido cabida en mi memoria ni archivo gráfico sino como una partícula más en las montañas colosales de basura y desperdicio inherente a la actividad humana. (more…)