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El hombre sin espejos 2.4

Sentir el fluido del tiempo ampliado y ser sujeto de la relatividad temporal, tiene consecuencias: mi arraigo en tierra fértil. He mencionado que tengo la sensación de haber vivido una eternidad en radical soledad campesina que es la otra cara, apenas descubierta, de la eternidad en radical soledad del ejecutivo digital. Un eón mental ha transcurrido desde que resido al pie de las murallas que vierten agua dulce y suscitan la eufonía acuática de Río Azul (lo llamo así cuando le da el sol mañanero, y debería denominarse Río Fuego cuando es iluminado por el sol de los venados).    Respiro por fuera del calendario y no especulo en la distancia temporal que me separa del fin del corriente año solar, haciendo la vuelta con el planeta y Chancusig sembrado en la tierra. Persiste la leve noción de que en cualquier momento la nave AVUA se va ha presentar aullando en modo urgente...

El hombre sin espejos 2.3

Cuando el ser humano sufría la noche a conciencia podía ser un vividor de la penumbra, la sombra y la tiniebla como fue el caso de la velación de las armas de Don Quijote, antes de lanzarse a la aventura sin parangón en los siglos pasados, presentes y venideros. Para semejante artista de noche adentro, el tiempo del caballero andante velando las armas de derribar endriagos y vestiglos, no volaba en un sueño reparador sino que transcurría lento, intenso y creativo rumbo al amanecer. Para el artista noctívago, las campanadas de medianoche eran el punto de partida generador de riqueza interior, incluyendo la belleza gélida de los astros y la infinitud de monstruos de la materia oscura. Jamás he sufrido fenómeno similar o  parecido al insomnio del artista del Antropoceno; sin embargo, ahora percibo lo que es la noche y el día como un acontecimiento, y aguardo la luz solar tanto...

El hombre sin espejos 2.2

Dije que Chancusig, apenas tuvo uso de razón cavernaria, se contaba en modo surrealista situaciones en lo silvestre desconocido que brotaban ya despierto, ya dormido. No me quepa duda que ese don oculto ha inspirado sus creaciones holográficas de las que se desprendía en borrador, pues, tal como manda el instinto surrealista, había que deshacerse de las proyecciones automáticas remitiendo el paquete holográfico a Racionalidad Digital.    El instinto surrealista se ha disparado acá con ventaja insoslayable, cómo no si tengo al sujeto de la experiencia deambulando de mañana, tarde o noche en la continuidad enriquecida de la vida, en borrador, del jardín de las delicias original. Soy el ser que renació de la nada de Racionalidad Digital para esta aventura de carne hueso, como se diría en la época de Gulliver. No hubo fractura mental ni desgaste físico en la transición;...

El hombre sin espejos 2.1

  Apenas ingresando a la mansión Chancusig, quedó expuesto que nunca podría haber sido la cabaña de un náufrago. Oh, Malinche, eres la diseñadora y hacedora de los suspiros de este beneficiario de tu arquitectura para la vida lenta. El ojo cósmico como residencia en la Tierra entró en mi ser terrenal con la gracia postrera del sol de los venados. Nada de fortuito en la mansión Chancusig, se trata de que las puertas de la percepción se abrieron de repente al ser que dejó atrás la caverna, en eso consistió el edificar de Malinche. Ella moldeó el ojo cósmico con la materia disponible de nuestra época de integración molecular al servicio de Racionalidad Digital y de carambola está al servicio de la maravilla que viene de afuera: paisajes, aromas, texturas y ritmos de la naturaleza rugiente.    Esta residencia jamás podría haber sido una variante de las delicias de mi...

El hombre sin espejos 2

Estas son las primeras palabras que vuelco en un cuaderno de bitácora que será intermitente, sin fecha ni horario en el calendario. Desde que tengo uso de razón y memoria me he narrado historias orales, hoy me nace hacerlo en la modalidad escrita por la aventura inédita que inicié libre del todo del chip conductor de Racionalidad Digital, y no podía tener un mejor título: El hombre sin espejos. Empiezo: me recogió puntual, al final de la manga aérea, el AVUA, modelo libélula fucsia, y cerré los ojos en el pasado y los abrí en el futuro. Así fue el trato con Malinche, abandonar sin adioses ni preámbulos la piel del Chancusig de la vida rápida por la piel del Chancusig de la vida lenta. Me mandé a mudar a media tarde y desembarqué ligero, lúcido, estrenando la piel del intrépido expedicionario, convengo que ayudó la siesta que tomé ni bien alzó vuelo vertical la libélula...

El hombre sin espejos 1/2

  Chancusig, en sus elucubraciones diurnas, se apostó a sí mismo fuerte: una tarea existencial que no tiene parangón como súbdito y ejecutivo de Racionalidad Digital, esto es que empezó a desear toda una vuelta de 360º del  planeta Tierra al Sol: sin espejos y prescindiendo de su chip conectado a la corriente del ciberespacio incesante. Ese intempestivo llamado a bucear en lo ignoto a largo plazo fue proponerse una aventura que lo llena de gozo apenas especular con ella. Se decía a sí mismo que iba a salir de la caverna digital de vacaciones a ninguna parte, es decir a donde sea inubicable por el rastreador global. Eso sí con boleto de regreso al espacio tiempo normal una vez cumplida la misión secreta de ser un incomunicado social un año entero. Debía encontrar alguien que provea esa suerte de retiro aristocrático, o sea, una cabaña escondida en cierto valle andino...

Machángara

  Tichya está en el punto de partida del sendero, apenas se detiene en el pintoresco letrero que reza A orillas del Machángara, rebasa la figura de la mano señalando con el dedo índice el futuro imperdible. Tiene rumbo en estos pagos prístinos: adentrarse en la ribera de bosque primario andino, bordear la vega y cañadas de agua dulce corriendo por el río nacido de las entrañas del volcán Atacazo. El añadido es que iniciando la marcha, con la saludable lentitud corporal que se le achaca al perezoso, oye la voz grave cargada de solemnidad femenina anunciando: A continuación la introducción metalera de las sagradas notas beethovenianas de A orillas del Machángara.    La introducción metalera fue breve y certera, cumplió su cometido de bienvenida eléctrica, desperezando a cabalidad la mente senderista. Acaso pende en el aire salvaje esa suerte de himno beethoveniano que...

Tichya 3/3

Tichya se para y torna a ver cuánto ha avanzado en el viaje de punta rocosa a punta rocosa, teniendo como intermedio a la playita extendiéndose placentera al son de manso oleaje. Aproximándose al otro lado no solo se ha estirado la playa sino que ha crecido en su ancho, y  luce la fina arena crema abundante y caldeando bajo el borde del bosque de Manzanillo desembocando verde y frondoso en el filo marino. Manzanillo: hermosura arbórea conteniendo el fruto prohibido al mortal humano mas no al mortal galápago. Bosque de manzanillos llamando a anidar a su pie, y amparo, a las iguanas marinas formando un ruedo de cofradía bañista tomando vitaminas solares y elevando la temperatura corporal interior para digerir su dieta vegetal submarina.   ¿Qué ve Tichya exaltada?... Es la figura caballeresca del Quijote, a lomos de Rocinante y de Sancho, a lomos del innominado rucio de su...

Tichya 2/3

  Cesa de golpe el aguacero y me reflejo en la arena húmeda reverberando, lamida por rítmicos coletazos de oleaje privilegiado para surfear con la vista. Hileras de olas reventando a distancia, luz solar pintando de celeste y turquesa el horizonte marino empatando con el cielo: eléctrico azul matizado de nubes grises como si fuesen los rescoldos ahumados de una hoguera moribunda.  A las formas de paisajes de orilla se suma tibia brisa echando a rodar el secado corporal original, desde la gorra cubre-cuello para abajo. De la playa ancha de bajamar brotan figuras y sonidos de especies en acción; aquí el pájaro ostrero, especializado en abrir la armadura de moluscos con su largo y achatado pico tomate, atrapa un bocado rodando en la resaca que revuelve la fina arena, y alejándose tantito fuera del agua machaca la concha hasta engullir sabroso contenido.     Pisar...

Tichya 1/3

Soy Tichya. Me saluda la figura distinguida, vistosa, amable, de una persona que sobresale de los espontáneos transeúntes del mundo que Tichya percibe con intensidad. La persona transeúnte me llega esbozando la sonrisa contemporizadora de “te reconocí” y emite un sonoro buenos días y Tichya contestó inmediatamente con otro alegre buenos días como acto reflejo de cortesía mutua entre viajantes. Tengo claro que no la hubiese reconocido como viajante entre los transeúntes espontáneos sino es por su franco abordaje callejero. Esto de saludar vocalizando, fuerte y nítido, a otro viajante está sujeto a la personalidad del ser en tránsito por su mundo actualizado y en borrador. Tichya no es de saludar vocalizando sino de reconocer en silencio con el lenguaje corporal inherente a la ineludible sorpresa y fascinación que provoca el acontecimiento de coincidir con otro viajante en su...

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