Santa Rosa, pueblito pintoresco que respira tranquilidad y silencio de corrido. De hecho así luce comparado con las principales arterias viales  de Puerto Ayora, Guayaquil chiquito, que con alrededor de 15.000 habitantes es la urbe más grande y visitada de las cuatro islas del archipiélago que tienen asentamientos humanos.  La parroquia de Santa Rosa está ubicada en la zona agrícola de tierras altas de Santa Cruz, viene circundada por el Parque Nacional  Galápagos, que constituye en papel más del noventa por ciento del territorio de la isla de 986 km². Andar y ver por el camino  de campo que lleva a la reserva natural de tortugas gigantes El Chato, durante la temporada de pastoreo en tierras altas de los quelonios, es privilegio de mente y cuerpo. Anduve por ahí en diciembre del 2017, en dos días de garúa y sol  repartidos por el camino que atraviesa fincas repletas de alambrados y cercas que en su mayoría no detienen el flujo de las tortugas al momento de ingresar y abandonar los potreros. Estos magníficos reptiles vegetarianos  gustan de echarle pico a ciertas yerbas introducidas desde el continente, no le hacen fieros al cogollo de penco y sobre todo disfrutan de las golosinas que caen de árboles frutales introducidos como el guayabo.

En los charcos del camino se bañan los pinzones de Darwin, no faltan papamoscas endémicos de la isla que se encantan con su reflejo en el lente de la cámara, incorporándose con su gracia a la constante visión de tortugas de toda edad que van surgiendo ya sea pastando en los costados  o moviéndose en perspectiva.

Las tortugas gigantes Chelonoidis porteri , endémicas de isla Santa Cruz, tienen un caparazón en forma de domo y cuello corto.  Muchos individuos de esta especie hacen migraciones de ida y vuelta, suben desde la zona costanera seca hacia las tierras altas montañosas húmedas de la isla y viceversa bajan cuando es oportuno hacerlo, llegando a cubrir hasta diez kilómetros por vía. Esta migración milenaria viene marcada por la temporada de anidación tras la línea costanera y el tiempo de apareamiento y búsqueda de forraje que trae la estación de garúa en la zona alta. De la duración de la estación de garúa depende que por reflejo la zona baja seca se beneficie en mayor o menor medida del agua-lluvia, y la cosecha de forraje nuevo sea de provecho para los individuos que descendieron. No faltan años de sequía como el 2016, aunque pueden pasar más de seis meses sin comer ni beber, en estas circunstancias no es raro encontrar a quelonios devorando cogollo de guineo junto  al ganado.

Existen problemas para la migración ancestral de las tortugas gigantes galápagos como vías rápidas, cercas tupidas de las fincas y barreras de plantas introducidas, ejemplo, el pasto elefante y la prácticamente indestructible zarzamora. La vía rápida que cruza Santa Cruz desde el Canal de Itabaca a Puerto Ayora es una pared que corta en dos la isla para el tránsito libre de tortugas. Se dan esporádicos atropellamientos de individuos que no han hecho caso a su instinto de conservación, pereciendo en el intento de alcanzar la otra orilla del pavimento.

Uno no se acostumbra a las tortugas gigantes y ellas tampoco a uno, pues, son tímidas por naturaleza.  Si por descuido o debido a la estreches del sendero se entra en su círculo de seguridad, las tortugas emiten el reclamo existencial característico de la especie: un rugido gutural de reptil al par que se recogen en su caparazón de animales mansos que han sido llevados al borde de la extinción por el bípedo depredador. En la actualidad, a la vista se puede dar testimonio de la recuperación parcial de la población original de la especie; no obstante, su vulnerabilidad es latente.