Iguazú Macuco
Anduve fresco y con tramos de soledad melódica propiciada por el reclamo existencial de avifauna invisible. Iba con el revoloteo multicolor de mariposas buscando aparearse, el aroma de orquídeas a la vista y escondidas, y las congas solitarias (hormigas negras de mucho cuidado) exhibiendo sus exoesqueletos armados de tenazas y aguijón venenoso en la pálida hojarasca. La selva avisaba que tras las paredes vegetales, allá en la impenetrable espesura, no sería más que un citadino inerme ante la lucha sin amortiguadores de las especies salvajes de amazonía, una paradoja para el Homo sapiens que funge de amo planetario con grado de Magister en Entropía Máxima. Presentí la figura regia del jaguar en reposo, camuflado entre el ramaje laberíntico de su aérea guarida hasta saltar con la tardecita al suelo arcilloso e iniciar sigilosa ronda por el territorio que domina. Imaginé al gran felino cruzando en moción lenta el senderito Macuco, lo imaginé posando sus ojazos verdes en los del bípedo contemplativo petrificado.
Fui transeúnte solar de Iguazú, fueron 7 kilómetros (ida y vuelta) de un sendero Macuco libre de apuro. Avancé en terreno plano y sin lugar a desvíos di con el mirador de Salto Arrechea, la vista verde de la jungla se extendía hasta el horizonte, por un momento pareció que no había nada sintético industrial en su entorno, pronto el sonido de helicópteros turísticos sobrevolando las cataratas borró esa ilusión óptica. Bajé por empinadas gradas a la charca rodeada de rocas negras que recibía el agua de Salto Arrechea, regresando saludé con el lagarto que había perdido buena parte de su cola.
Macuco es el único sendero biológico de tierra limpia abriéndose paso en Parque Iguazú, fuera de los caminos elevados de metal o pasarelas que en temporada alta acogen a impensables multitudes, según me enteré para no quejarme de mi experiencia sorteando turistas en las pasarelas del circuito inferior y superior. La información de atascos humanos en horas pico de Semana Santa –por ejemplo–, me avisó que escogí el tiempo justo para Iguazú, porque hay momentos que no son ideales en las cascadas, que te puedes ir de ellas sin capturar ápice de su ancestral condumio espiritual. Sería plausible que el parque tenga más que un sendero Macuco, debería ser así acorde al millón y medio de visitas al año, supongo que habrá un 10% –al menos– de transeúntes que agradecerán caminar largo y tendido por senderos selváticos auto-guiados.